De la marimba a la txalaparta y el piano

La chispa surgió en 2024 durante una residencia artística compartida. Lo que empezó como un intercambio de conocimientos se transformó en un trueque creativo que buscaba construir un lenguaje común desde el cuerpo, el respeto mutuo y las raíces. Para los músicos, «no se trata solamente de tocar, sino también de habitar el sonido del otro, de desdibujar fronteras a través de la escucha y la repetición como formas de trance y conexión».

Este sábado a las 19.30 horas, si la lluvía lo permite, Bascolombia actuará en Chillida Leku como antesala del Jazzaldia, «en un espacio escultórico que parece hecho para esta alianza de madera y memoria musical». Allí se reunirán los fundadores de Oreka TX, Harkaitz Martínez y Mikel Ugarte, junto a músicos como Mixel Ducau, Ángel Unzu e Iñigo Egia; y desde Colombia, Leonel Merchán, Leonardo Peña e Isabel Reyes, con un repertorio de referencias simbólicas compartidas.

Más que una fusión estética, Bascolombia se presenta como un «encuentro cultural que reivindica las tradiciones como herramientas vivas y contemporáneas». Según sus creadores, no buscan exotizar ni apropiarse, sino activar la memoria desde el presente. Con vistas a grabar un disco y continuar colaborando, la propuesta lanza una invitación clara a todo aquel que quiera acercarse hoy hasta Hernani: «Escuchar estas músicas como territorios en movimiento, espacios de encuentro, transformación y celebración».

«Queríamos sembrar la idea de que todos podemos hacer música si nos escuchamos de verdad», cuenta Ugarte. Esta dimensión pedagógica refuerza su vocación como proyecto continuista. «Más que un espectáculo cerrado, es una conversación abierta», dicen.

Y como de encuentros musicales va la cosa, Chillida Leku tiene preparada para el domingo otra cita dual, pero con otro registro. El diálogo íntimo entre dos grandes pianistas, Iñaki Salvador y Marco Mezquida. En 'Dichosos tributos', ambos músicos se encontrarán en el terreno fértil del piano a cuatro manos. Con un repertorio que rinde homenaje a leyendas del jazz como Monk, Ellington o Jarrett —sin renunciar a composiciones propias—, la propuesta se presenta como una conversación sincera entre generaciones, estilos y formas de entender la improvisación.

En lugar de la percusión ritual, esta vez manda el silencio que envuelve cada nota. Un gesto de escucha y respeto que, como el proyecto Bascolombia, apuesta por la memoria viva y el cruce de caminos como materia prima para el arte.