La década acelerada de Lygia Clark
El Guggenheim muestra la obra de la artista brasileña entre 1948 y 1958, en la que pasó de la figuración autodidacta a la máxima pureza formal
En diez años, la brasileña Lygia Clark (Belo Horizonte 1920-Río de Janeiro, 1988) cubrió el trecho de una figuración un poco amateur, que ... ya apuntaba maneras, a la depuración total de las formas abstractas, e incluso a la fragmentación del cuadro en varios volúmenes que dieron paso a la escultura.
Una década meteórica en la que la artista pasó de una primera fase autodidacta, de retratos y bodegones al carboncillo, a los paisajes urbanos ya con edificios de resonancias cubistas, hasta llegar a las geometrías puras en blanco y negro.
El Guggenheim invita a seguir esta etapa de formación y eclosión de una creadora de gran importancia en el arte brasileño contemporáneo, amiga de creadores también cruciales como Hélio Oiticica y Lygia Pape, y participante como ellos en las actividades del Grupo Frente.
El museo reúne 83 obras de Clark en una exposición comisariada por Geaninne Gutiérrez-Guimaraes, conservadora que hace de puente en cuestiones artísticas entre el Guggenheim bilbaíno y el de Nueva York, que a través de tres salas sintetiza los primeros pasos y su estancia en París entre 1950 y 1952; los cuadros abstractos de variado colorido; y la última, dedicada a la investigación geométrica, a la pintura como «campo experimental», que finalizó en 1958, cuando empezó a crear esculturas, cierto que un repertorio formal muy ligado a sus anteriores etapa
El director general del museo, Juan Ignacio Vidarte, llamó la atención sobre la continuidad entre la exposición sobre el venezolano Jesús Rafael Soto, que acaba de concluir, y la de la brasileña que ahora se inicia. Ambos son figuras fundamentales del arte latinoamericano, muy al alza tanto en la atención de los historiadores y de los museos como del mercado; y los dos trabajaron con lenguajes abstractos de la misma familia formal.
La exposición
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'Lygia Clark La pintura como propósito experimental, 1948-1958. En el Guggenheim Bilbao hasta el 24 de mayo.
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Contenido 83 obras de la artista, que formó parte del movimiento neoconcretista, con gran influencia en América Latina.
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Comisaria Geaninne Gutiérrez-Guimaraes, conservadora del Guggenheim de Nueva York y del de Bilbao.
Gutiérrez-Guimaraes destacó cómo del colorismo de su primera etapa –«el verde de la vegetación del lugar en que vivía, el azul del mar de Río de Janeiro, el amarillo que veía a su alrededor»- se fue simplificando hasta llegar al uso de la pintura industrial blanca y negra, «al espacio positivo y negativo».
Después de iniciarse en el arte con pintores modernos de Brasil, se fue París dos años, entre 1950 y 1952. Estudió con Fernand Léger, cuya influencia es evidente por la disposición de las formas geométricas en el lienzo y por su dinamismo y por sus característicos azules, rojos, amarillos y blancos, los colores básicos. También tomó clases en esos años de Árpad Szenes y pareja de la pintora portuguesa Maria Helena Vieira da Silva, de la que el Bellas Artes posee una importante obra en su colección, 'Pasaje de espejos' (1981). Ambos habían vivido en Rio y luego se mudaron a París.
Con Palazuelo y Oteiza
Entre 1953 y 1956, de nuevo en la ciudad brasileña, absorbe y desarrolla las formas de la abstracción geométrica, procedentes de llamado Arte Concreto, que parte de figuras como Kandisnky y Mondrian y al que dio carácter de movimiento artístico el holandés Theo van Doesburg. El influjo de este tendencia recorrió toda Latinoamérica.
En la última de las tres salas de la muestra, las composiciones rigurosas monocromáticas dominan la visión del espectador, última fase de su carrera antes de dejar su faceta como pintora para dedicarse a sus 'bichos', esculturas con similares figuras geométricas a las de estos cuadros.
La comisaria recordó su encuentro con Pablo Palazuelo en la galería Denise René de París, que también acogió muestras de Agustín Ibarrola y del Equipo 57, así como de Oteiza. El escultor de Orio coincidió con ella en la Bienal de Sao Paulo de 1957, que ganó Oteiza. Clark se convirtió en su cicerone en la ciudad brasileña. Algunos historiadores afirman que el creador vasco, afín al Arte Concreto, estimuló la corriente en la que a partir de 1959 se integró la brasileña y su grupo.
Abstracción, máscaras y psicoanálisis
Desde 1964 hasta comienzos de la década de los setenta, Lygia Clark residió en París y se sometió a psicoanálisis con Pierre Fédida, que tuvo efectos en su obra y en su consideración del arte como una forma de terapia. Esta etapa de su vida coincidió con el Mayo del 68 y la aparición de una generación de artistas brasileños implicados en movimientos como la Nueva Objetividad (nueva objetividad) y Tropicalia (tropicalismo).
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