La espada de Boabdil vuelve a brillar
Fue legada a la ciudad en 1940 por la marquesa de San Millán y se cree que perteneció al primer alcaide de La Alhambra tras la rendición nazarí
La conocida como espada de Boabdil, una de las piezas más representativas del Museo de San Telmo de San Sebastián, ha recuperado todo ... su esplendor después de haber sido sometida a una minuciosa restauración a lo largo de los últimos meses. La espada, que fue legada al museo donostiarra en 1940, es una de las más valiosas muestras de la producción nazarí. Conocida por sus características como espada jineta, solo se tienen noticia de la existencia de una docena de piezas similares en todo el mundo.
La espada, una pieza de algo menos de un metro de longitud, ha vuelto a ocupar su lugar en la colección de armas que expone el museo. Su hoja y sobre todo su empuñadura, exquisitamente decorada, han recuperado el brillo que la pátina de suciedad acumulada durante siglos le habían restado. Ana Santo Domingo, responsable de la restauración, explicó este martes en San Telmo que una de las razones que hacen que la pieza destaque es que se trata de un conjunto completo, es decir, que además de la espada se conserva la vaina y los dos tahalíes o correajes textiles para su sujeción. Santo Domingo indicó que solo se tienen noticia de otras doce espadas similares y que solo cuatro de ellas se conservan con vaina y tahalíes.
La espada
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Longitud: 94,5 centímetros.
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Empuñadura: Plata sobredorada.
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Vaina: Lamas de madera forradas con cuero curtido.
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Tahelíes: Seda con hilo de plata.
La pieza, añadió la directora de San Telmo, Susana Soto, se incorporó en 1941 a la colección de armas del museo después de que fuese donada por María Dolores Porcel y Guirior, que cumplía así la voluntad de su hermana fallecida, la marquesa de San Millán. El arma estuvo durante años en el Palacio Lasao que los San Millán, un antiguo linaje emparentado con los Oquendo, poseen en Zestoa. «En el expediente de donación del archivo consta que se trata de la espada que el último rey moro de Granada, Boabdil, entregó a los Reyes Católicos al rendir estos la ciudad de Granada. En el museo -añadió su directora- siempre se ha conocido como la espada de Boabdil». En paralelo a la restauración, anunció Soto, se ha iniciado una investigación histórica que pretende determinar con exactitud si el arma llegó a pertenecer o no a Boabdil. «Se va a acometer un estudio detallado en los archivos para intentar averiguar el recorrido de la pieza y si llegó a ser propiedad del rey Boabdil».
Suciedad superficial
La espada, precisó Ángel Luis García, integrante de Artyco, la empresa que ha llevado a cabo la restauración, estaba en buen estado en líneas generales. «Tenía suciedad superficial y algunos focos de oxidación de las antiguas capas de protección, lo que atenuaba las tonalidades y la rica decoración presentes en la empuñadura y la vaina. Se ha retirado la suciedad y los productos degradados que ensombrecían su aspecto original y se han consolidado las zonas debilitadas estructuralmente, especialmente las piezas textiles». El proceso ha sido documentado en una memoria que se podrá consultar en los Miaka, unos cuadernos en los que San Telmo plasma las investigaciones en torno a piezas de su colección. El Miaka dedicado a la espada de Boabdil, precisó la director del museo, se podrá consultar a partir de hoy en la página web de San Telmo.
Batalla de Lucena
Con las espadas jineta ocurre a otra escala lo que pasa con los 'lignum crucis' o reliquias de la cruz de Cristo: de la misma forma que todos los fragmentos de madera pertenecieron sobre el papel a la Vera Cruz, todas las jineta fueron propiedad de Boabdil. «Solo una de las doce jinetas que se conservan puede acreditar que perteneció al último rey de Granada y es la que se encuentra en el Museo del Ejército de Toledo», puntualizó Ana Santo Domingo. Eso es así, añadió la responsable de Conservación de San Telmo, porque existe constancia de que las armas de Boabdil llegaron a manos de los Reyes Católicos después de la batalla de Lucena de 1483, que fue la antesala de la caída de Granada nueve años después.
Se cree que la de San Telmo perteneció a Iñigo López de Mendoza, que fue el primer alcaide de La Alhambra tras su rendición, y que llegó a manos de los San Millán a través de lazos familiares que han empezado a ser estudiados ahora. Quienes deseen contemplar la pieza en Donostia deberán hacerlo en las próximas semanas, ya que la espada viajará en breve a una exposición sobre las artes del metal en el Al Andalus que se celebrará entre el 16 de diciembre y el 26 de abril en Madrid y que luego se trasladará a Alicante. La espada de Boabdil regresará a San Telmo dentro de un año, la fecha que se han puesto los autores del trabajo de investigación histórico para determinar si en realidad algún día llegó a colgar de la cintura del último rey de Granada.
Un arma ligera que revolucionó el campo de batalla
La jineta es una clase de espada introducida en la península por las tribus berberiscas que desembarcaron en 1275 en Tarifa para enfrentarse a las tropas cristianas. Ana Santo Domingo, responsable de la restauración de la pieza de San Telmo, explicó que los integrantes de esas tribus, conocidos como zenetes, introdujeron una nueva técnica de combate a caballo con armaduras más ligeras y con espadas más cortas y manejables que terminaron conociéndose como jinetas por la corrupción del término 'zeneta'. «En lugar de montar a la brida, es decir, con el estribo bajo y las piernas extendidas, los zenetes montaban con las piernas dobladas y apoyadas en estribos altos, lo que les daba mayor velocidad. La admiración que causó la técnica de monta 'a la jineta' hizo que los guerreros de la Reconquista la imitaran». Las espadas jineta sustituyeron así a los pesados y largos espadones que hasta entonces habían usado los cristianos, de forma que las nuevas armas empezaron a forjarse también en sus ciudades. «Hay constancia de que se fabricaron hasta el siglo XV en Toledo», precisó Santo Domingo, que aclaró que el arma de San Telmo fue concebida más para la representación que para el combate por su profusa ornamentación.
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