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Todos le recuerdan como sobrio, sabio y serio. El sábado pasado, 17 de octubre, se cumplieron cien años del nacimiento de Miguel Delibes, y ... vuelve la memoria de su vida y su obra. Reunimos cinco historias guipuzcoanas sobre el autor de 'Cinco horas con Mario' que iluminan sus distintas facetas: desde el escritor que intenta salvar de la cárcel a un estudiante guipuzcoano comunista hasta el pescador de truchas que compra su mítica casa de Sedano, en Burgos, a su amigo, el donostiarra Isaac Peña.
«Para mí Delibes fue todo un caballero, y eso que no me conocía de nada», recuerda hoy Jorge Letamendía. Militante comunista en aquel 1972, concejal socialista en San Sebastián durante años con Odón Elorza en la alcaldía, Letamendía rememora aquellos principios de los 70, cuando estudiaba Químicas en Valladolid. «Hubo en la Facultad de Medicina una conferencia de José Luis López Aranguren presidida por Delibes. Unos días antes un policía borracho había matado a tiros a un estudiante en Santiago de Compostela y yo, militante del PCE fichado por la Policía, protagonicé en el coloquio una vehemente intervención. A los dos días vinieron a detenerme. Curiosamente, entre la conferencia y la detención aún había tenido tiempo de viajar a París con pasaporte falso para entrevistarme con Santiago Carrillo. Me llevaron ante el siniestro Tribunal de Orden Público de Madrid y Aranguren y Delibes, sin conocerme, aceptaron testificar a mi favor, diciendo que no habían oído nada subversivo en aquella conferencia. Me acabó cayendo un año por apología del marxismo, que pasé en Carabanchel, pero debo agradecer al escritor su papel. Aranguren sí estaba significado contra el régimen de Franco, pero Delibes no se había significado tanto. A pesar de eso quiso ayudarme».
Letamendía recuerda que muchos años después, siendo ya concejal en Donostia, contó la anécdota a Miguel Delibes hijo, el naturalista que era director de Doñana y había venido a dar una conferencia en San Sebastián. «No conocía la historia y se reía al escucharla», dice el política socialista, hoy retirado de la primera línea, y lo corrobora Shole Martín, tolosarra organizadora de múltiples actividades relacionadas con el medio ambiente, amiga de Delibes hijo y testigo directo de la vinculación de esa familia con Gipuzkoa.
Delibes, periodista antes que novelista, estudió Derecho en su Valladolid natal y en esa facultad conoció a Juan Mari Peña. Luego el primero sería director de El Norte de Castilla y el segundo director de El Diario Vasco, y mantendrían su intensa relación. Peña presentó a Delibes en el Aula de Cultura de DV en una de las últimas visitas del escritor a San Sebastián, en 1989.
Había un nexo añadido. Miguel Delibes compró a Isaac Peña, padre de Juan Mari, la casa del municipio burgalés de Sedano donde la saga Delibes fue tan feliz, tal como recuerda Javier Peña, hijo de Juan Mari y destacado periodista de El Diario Vasco durante décadas.
jorge letamendía
félix maraña
Javier peña
felipe juaristi
«Sedano es mi pueblo y no por la casualidad de haber nacido en él, sino por decisión deliberada de haberlo adoptado entre mil», escribió Miguel Delibes en el libro 'Vivir al día'. Conoció ese pueblo en el año 1942, adonde llegó por primera vez en bicicleta, para visitar a su novia, Ángeles de Castro, donde ésta veraneaba. «Yo me enamoré de Sedano casi al mismo tiempo que de mi mujer», confesaría.
Su hija Elisa Delibes ha explicado que Sedano ofrecía al escritor el paisaje y el clima que quería. «Sedano todavía no es la montaña pero apunta ya. Son las primeras estribaciones de la Cordillera Cantábrica. Asimismo, el clima de Sedano es clima de transición, al menos en estío; ni la canícula despiadada de la planicie, ni las húmedas brumas del norte. Cielo alto, calor seco y una brisa fresca, tonificante, al morir el día. Y con una fauna tan abundante y variada: cangrejos, codornices, truchas, perdices, jabalíes, corzos...».
En Sedano pasó Delibes los veranos desde 1958. Primero, en algo parecido a una cabaña. Y desde principios de los 70, en una casa solariega que compró a su amigo, el donostiarra Isaac Peña, con quien coincidía (y competía) a menudo en el río Moradillo en busca de truchas. «Creo que en la puerta de la casa aún siguen las iniciales de mi abuelo, I.P.», apunta Javier Peña.
El poeta y escritor guipuzcoano Felipe Juaristi guarda recuerdos más cercanos. «En La Primitiva Casa Baroja publicamos su libro 'Viejas historias de Castilla La Vieja' traducido al euskara, como 'Gaztela Zaharreko Ipuin Zaharrak', con traducción realizada por Patxi Apalategi. Delibes no solo no puso ninguna pega, sino que ni quiso cobrar derechos de autor. Viendo el libro se dio cuenta de que 'estornino' se traduce en euskera por 'Gaztelako zozoa' y le hizo gracia». Más de algún autor vasco recordó después que cuando hablaba con Delibes éste mencionaba ese 'Gaztelako zozoa'.
Como dice el escritor y editor donostiarra Félix Maraña «Delibes era un topógrafo de la Naturaleza y del idioma». «Una de las facetas que más sobresalen en la literatura de Delibes es el periodismo», añade Maraña. «El periodismo determinó su vida de escritor y le procuró la dinámica, concisión y precisión del lenguaje. Fue un maestro, porque convirtió El Norte de Castilla, a pesar del tiempo oscuro en que le tocó vivir, en una escuela. Declinó a tiempo ser primer director de El País, porque hubiera dejado de ser Delibes. Fue corresponsal en USA, pateó Europa, y además publicó libros de periodismo que son escuela. Y era un periodista que fumaba. Recuerdo una tarde en la oficina de DV en Santa Catalina, con Juan Mari Peña, ambos fumando a porfía. Los periodistas de entonces eran fumadores y cultos», ironiza.
Cuenta Maraña una hermosa historia entre Delibes y Oteiza. «En 1991 Oteiza me pidió que le remitiera a Delibes, dedicado, su libro 'Itziar elegía y otros poemas'. Miguel me envío de inmediato una carta manuscrita, con su letra exacta, limpia: 'Espero, amigo Maraña, que el pueblo vasco no deje pasar de largo al gran Jorge Oteiza'. Casi nada. Desde Valladolid, más atento y sabio que muchos de los nuestros».
«Jorge, que era muy llorón y emotivo, y grande, tenía por Delibes una gran devoción, sobre todo por su conducta intelectual. Y Delibes conocía a Oteiza por el escritor y escultor Santiago Montes (1937-1989), poeta vallisoletano que vivió de joven en San Sebastián al lado del escultor», remata Maraña.
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