La curva sigue funcionando
Crtítica de teatro: 'La curva de la felicidad' ·
La comedia tiene una arquitectura clásica y seria, que son las que más hacen reírRegresa a San Sebastián esta comedia que ya estuvo aquí en 2006 y 2011. Primero con Pedro Reyes y más tarde con Pablo Carbonell. Ambos ... hacían el personaje de Quino, que ahora interpreta Gabino Diego. El resto del reparto se mantiene.
A Quino lo ha abandonado su mujer, no porque se vaya a quedar calvo y tenga papada, como él cree. Más bien porque es un desastre. Majo, pero desastre. Con motivo de la separación debe vender el piso y ahí comienza el enredo porque hay tres candidatos y con los tres firma un preacuerdo.
La comedia tiene una arquitectura clásica y seria, que son las que más hacen reír. Pone a los personajes ante suficientes problemas y, además, cada uno de ellos posee lo que podríamos llamar tics de personalidad que les acercan a la caricatura sin caer en ella. Así que bien, tiene los ingredientes para pasar un rato bien divertido.
Y podría serlo más si alguien se hubiera preocupado de actualizar un poco el texto, al que le pesan demasiado esos chistes sobre hombres y mujeres que se han quedado desfasados y en algunos casos pelín casposos. Claro que eso mismo aporta la virtud de que la obra, creo que sin pretenderlo, sea políticamente incorrecta frente a las modas de la esterilización del humor por temor a las reprimendas.
Los actores llevan bien la historia. Gabino, podrá gustar más o menos, pero tiene gracia innata. Vico y Cisneros cumplen de sobra, y Ormaetxe firma la mejor interpretación dando a la comedia, en esta versión también, el toque más desenfadado y natural.
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