Campos Elíseos, Fuji, Boulevard

Una pregunta flota en el aire: ¿es mejor llegar rodado de los Juegos o hacer un paréntesis de quince días de descanso activo después del Tour? Me inclino por lo segundo. El viaje a Japón, con jet lag incluido, no es la mejor puesta a punto para la cita donostiarra. Por eso pongo al frente de mi pronóstico a Alaphilippe, cuyas cualidades se adaptan como un guante a este recorrido. También Vingegaard, ciclista explosivo, ha seguido el mismo camino. En eso les veo ventaja respecto a Mollema y Adam Yates, por ejemplo.

Me gustaría haber contado con Alex Aranburu. No podrá ser. Su equipo y él han preferido tomarse un descanso para preparar próximos compromisos. Porque el ezkiotarra encadenará Tour y Vuelta por primera vez en su carrera.

Me han llamado la atención estos días las quejas de los deportistas olímpicos con el calor y la humedad. No guardaba ese recuerdo de mi estancia en el país nipón con ocasión de los Juegos de 1964, donde juré pero no corrí. Tenía la idea de que el clima de allí era similar al de Euskal Herria. Sucede que entonces la cita olímpica no fue en julio-agosto, sino en octubre. Tampoco para nosotros es lo mismo el verano que el otoño.

La Clásica es una buena oportunidad para resarcirse de un mal resultado olímpico. Espero que a nadie le suceda lo que a la selección amateur de ciclismo después de los Juegos de 1968 en México. Lo cuenta Linares. Eran favoritos tras sus buenas actuaciones en las carreras preolímpicas, pero fallaron. Querían desquitarse en el Mundial, en Uruguay a las pocas fechas, pero Samaranch los devolvió a casa como castigo.