Querido Lorca
'La novia' cuenta con la coartada intelectual de inspirarse en el poeta granadino, lo que siempre viste, aunque pocos le han leído y entendido de verdad, luego supone un riesgo
Borja Crespo
Jueves, 10 de diciembre 2015, 12:36
Despierta filias y fobias, lo que es de agradecer, que exista cine que no deja indiferente en nuestras fronteras, aunque las razones que dan unos y otros a la hora de alabar o lapidar el estreno que nos ocupa, los pros y contras, son perfectamente comprensibles. 'La novia' cuenta con la coartada intelectual de inspirarse en Lorca, lo que siempre viste, aunque al poeta granadino pocos le han leído (y entendido) de verdad, luego supone un riesgo. La propuesta acaba de ser nominada en nueve categorías en los Premios Feroz, los que reparte la prensa nacional en una gala ombliguista que quiere parecerse a los Globos de Oro, aunque se queda en un acto sucedáneo de los Goya, con excesivo amor por la alfombra roja. Existe un periodismo especializado en alza para el cual cuenta más hacerse un selfie en una premiere con algún famoso de fondo antes que entrevistar en profundidad a un cineasta en los márgenes de un negocio apoltronado, con su discutible reparto de ayudas, que vive un espejismo cuando toca recibir premios sobre un escenario. La película de Paula Ortiz -nominada al Goya al Mejor Director Novel por 'De tu ventana a la mía'- pretende ser un viaje a la belleza, en palabras textuales de la realizadora, y consigue serlo si nos dejamos llevar por su estética y dejamos a un lado los amenazantes delirios de grandeza. Es fácil caer en la petulancia teniendo entre manos un material de partida como 'Bodas de sangre'.
'La novia', adaptación libre de un clásico, cuenta con un atractivo reparto que funciona especialmente en los primeros planos, cuando asoma la tragedia en este triángulo de amor bizarro, y brilla sobremanera en los momentos donde reina la coreografía con música de fondo, seleccionada con mimo para la ocasión. Inma Cuesta encabeza la aventura, arropada por Asier Etxeandia, Álex García, Leticia Dolera, Luisa Gavasa ('Amar en tiempos revueltos') y Carlos Álvarez-Novoa ('Solas'), con cameo de Manuela Vellés. El notable esfuerzo interpretativo se ve empañado por una clara apuesta por lo formal. El aspecto visual del filme, con una alabada fotografía, puede ser lo mejor y lo peor del mismo, dependiendo del cristal por el que se mire. Su capacidad de encandilar es indudable, pero la virtud deviene facilona si estamos puestos en campos como el del videoclip o el videoarte. El recurso de las imágenes a cámara lenta, trillado en ambos ámbitos, es resultón estéticamente pero puede llegar a cargar al espectador cuando se utiliza en exceso. Hay secuencias que rozan lo sublime, como ese baile embriagador alrededor de una hoguera que, por otra parte, originalidad no tiene, mientras otros momentos rozan el disparate, como ese duelo a muerte por el amor de una mujer que nos recuerda lo buena que era aquella escena de la pelea a jamonazos entre Javier Bardem y Jordi Mollà en 'Jamón, jamón', de un inspirado Bigas Luna. La sensación no es la misma, no es inolvidable, y las expresiones de los actores implicados se aleja de la poesía, como tantos otros detalles de un tono que viene y va, porque poesía precisamente es lo que busca la película y teniendo a Federico García Lorca como garantía hay que exigir algo más que un paisaje bien filmado y una puesta en escena demasiado dependiente de la técnica que huye de la teatralidad para caer en su trampa. Disfrutar del espectáculo o atragantarse es responsabilidad de cada cual, agradeciendo que en nuestra cinematografía tiremos de vez en cuando de nuestra mejor literatura.