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«De niñas mirábamos entre la maleza y veíamos el riachuelo de la ferrería»Hace apenas una semana Ola Sagardotegia celebraba su 25 aniversario. Ubicada en Irun, en lo que fue una antigua ferrería del siglo XIII, conocida como ... Arantzateko Burniola, fue restaurada por la familia Bengoetxea para trasformarla en la actual sidrería. Eider Bengoetxea Arruti continuará con la tradición familiar. En el txotx de este año, su aita, Iñaki Bengoetxea, le hizo entrega de las llaves del negocio familiar.
–Bengoetxea Arruti...
–Venimos, de Fernando el Amezketarra, somos descendientes. Y la ama de un caserío de Gurutze, de Oiartzun. La sidrería la iniciaron mis padres en el año 1999.
–¿Y cómo era todo esto antes?
–Era un caserío muy muy viejo y la parte de la ferrería estaba oculta, era todo maleza, árboles... De pequeñas no éramos conscientes de todo lo que había, de los muros. Entre las paredes estaba cerrado para que nadie se cayese, pero había un agujerito y siempre mirábamos por él. Abajo veíamos como un riachuelo, lo que se ve ahora cuando bajamos a la kupela de abajo. Mi padre sí, el nació aquí y sabía lo que había. Mis abuelos llegaron aquí después de la guerra, era un caserío compartido, vivían dos familias. Luego ya se quedaron ellos y a medida que los hermanos se fueron independizando, mi padre se casó con mi madre y vinieron a vivir aquí. Compraron el edificio en ruinas, el caserío y todo. Como el tema de la sidra siempre le había gustado mucho a mi padre, porque su familia en el caserío siempre había hecho sidra, pues se decidió a dedicarse a ello.
–¿Fue todo a la vez?
–Todo. Se quitó la maleza y la vegetación, los muros estaban así, como ahora, no hubo que tocarlos y eso que son del siglo XIII. Lo que sí se reconstruyó fue el caserío. La ferrería fue también lavadero de mineral y molino. Tuvo varias transformaciones hasta que se abandonó del todo.
–Aquí cerca hay otras construcciones interesantes...
–Sí, las minas de Irugurutzeta, que son posteriores a esta ferrería. Son unos hornos chimenea que eran más económicos que lo que era esta ferrería, que necesitaba muchísima agua y carbón. Tenía que estar continuamente en funcionamiento.
–¿El agua que pasa por aquí de dónde viene?
–Pues no tenemos ni idea, es subterránea. Se analizó para ver de qué regata viene, porque estamos rodeados, pero ninguna coincidía.
–¿Y se nota cuando llueve mucho que sube?
–En verano apenas suele tener agua y en invierno recupera. Estamos notando que cada año se está secando un poco más, bueno, o igual es que se está taponando y va buscando otros huecos.
–En cuanto a la sidra, ¿cuándo empezasteis teníais ya manzanos?
–Teníamos que coger a la gente de la zona al principio. Hicimos plantación, pero hubo que esperar, así que traíamos la manzana de caseríos de Zarautz, que a día de hoy mantenemos uno y luego de gente de Irun. Afortunadamente tenemos productores en el mismo barrio, Antxon Mendia y Oihana Rekalde. De Hondarribia y otras zonas también seguimos cogiendo.
–Hacéis todo el proceso.
–Sí, aquí llega manzana, recogemos nuestra manzana, hacemos el prensado, el zumo en las kupelas, pero también hacemos zumo natural pasteurizado. Después llega el txotx y también embotellamos.
–Sois la única de Irun.
–Sí, y eso que en Irun se hacía mucha sidra. En el mismo casco urbano de Irun había sidrerías, en Santiago... Había bares con kupelas... En unos años se ha perdido, pero creo que hay que recuperar esta tradición de consumo de sidra.
–¿Cuántos litros haréis cada año?
–Varía, pero más o menos unos 100.000.
–Es mucho trabajo...
–El trabajo es todo el año, pero los dos meses de recolección hay que estar todos los días, es mucha manzana.
–Es un negocio familiar.
–Empezamos los cinco, mis padres y las tres hermanas. El aita se ha jubilado, la ama sigue y ahora estoy yo con mi hermana Ainhoa. Evidentemente hay que coger gente. Yo estoy más en el campo y ella más en el tema de hostelería. Tenemos una capacidad de 250 personas. Trabajamos de martes a sábados con cenas. Con comidas también viernes, sábados y domingos. Es cierto que el tema de sidrería se ha concentrado más en fin de semana, pero entre semana está muy bien, tienes más tiempo para probar sidra, estás más tranquilo.
–¿Recibir las llaves fue una sorpresa?
–Era el último txotx de mi padre, lo organizamos todo para él y para homenajear a mi primo, Xabier Martiarena (Bengoetxea II). Yo tenía todo el día súper controlado. Y llega el momento de la apertura y no me lo creía. ¡Menuda sorpresa! No me lo esperaba. El llavero además tiene historia. Mi aita lleva siempre ese llavero con las llaves de la sidrería; es el colmillo de un jabalí. Siempre le tomábamos el pelo: ¡A dónde vas con eso, es horrible! Pues me ha regalado otro igual. ¡Ahora ya tengo mi propio colmillo con las llaves! (ríe). Lo que no me esperaba es la cantidad de gente que se emocionó. Cada vez cuesta más que haya un relevo generacional, es una de las grandes preocupaciones de la Asociación de Sidreros de Gipuzkoa.
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