Hasier Larretxea Gortari
Acaba de publicar 'Hijos del peligro', donde vuelve a sus raíces, «pero con un punto de vista más LGTBI»
Hasier Larretxea nació en Arraioz, Baztan, en 1982. Hace años que vive en Madrid donde trabaja como educador social de personas con enfermedad mental. En ... 2018 publicó su primer libro de narrativa y tras él ha editado muchos otros de poesía. Con su padre, el conocido aizkolari Patxi Larretxea, realizaron lecturas poéticas combinadas con los golpes del hacha en los troncos. Regresa a Baztan en breve para presentar su último libro 'Hijos del peligro'.
–Vives en Madrid desde hace años, pero pronto vuelves a Baztan.
–Sí, vuelvo el 12 de marzo, a las doce del mediodía en el Txokoto para presentar mi último libro.
–¿En 'Hijos del peligro' vuelves de nuevo a tus raíces o es muy diferente a los demás?
–Mantiene esas esencias con las raíces, el imaginario rural y católico, pero es un paso más allá, creo que valiente. Es un libro abiertamente LGTBI. Desde la pandemia empecé a escribir textos para recordar cómo fueron aquellos años de la adolescencia y post adolescencia en Baztan y en Pamplona, y ese descubrimiento personal, de dificultades, de soledad... La primera parte son poemas más reivindicativos y tiernos sobre los amores disidentes o las formas de querer diversas que existen con un lenguaje más tenso, más deslenguado. Después, vuelvo a los temas que me persiguen, la mística, el paso del tiempo, la vejez, desde una concepción más pausada del amor.
–Se refleja lo que te tocó vivir...
–He abordado en la literatura el tema de la homosexualidad de una manera quizá más estética, pero también más escondida por mi carácter tímido. He hecho un ejercicio sobre naturalizar las cosas y expresarme sin miedo, sin temor al juicio, a la señalización, en estos tiempos tan complicados en los que parece que el colectivo LGTBI estamos en un punto de mira que me preocupa un poco por el declive político y social. Aunque a la vez se están consiguiendo derechos y libertades.
«Hablo de la adolescencia en Baztan y ese descubrimiento personal»
–¿Es una sensación de que se va un poco para atrás?
–Está estudiado sociológicamente que cuando hay avances de derechos sociales, de todo tipo, hay también movimientos que alzan la voz en contra de esos avances, porque no sé si se sienten interpelados, si sienten sus propias dinámicas o visiones cuestionadas... Me alegra ver una libertad mayor en los adolescentes, estética o de otro tipo. Me hubiera gustado en mi adolescencia encontrar referentes, libros... Como ahora, para que esas personas que se sienten solas y que no tienen asideros, puedan encontrarlos.
–¿Cómo te sientes al volver a Baztan?
–Siento un mayor aperturismo. Quizá cuando te abres al mundo y a ti mismo más, también recibes eso. Yo era muy hermético. Veo que las instituciones están también más sensibilizadas. Yo me he sentido un bicho raro incluso en el ambiente gay. Intento hablar en el libro de las diversidades físicas, porque yo era gordo, rockero, venía de otra procedencia... cada uno tiene que encontrar su espacio. El colectivo no es de purpurina y arco iris, hay mucho autoestigma y mucha tribu cerrada y a veces, poca solidaridad.
–Menuda portada más bonita.
–La ha hecho Guillermo Peñalver. Últimamente estoy intentando que surjan colaboraciones así porque me parece enriquecedor. El prólogo es un regalazo de mi marido Zuri. Nos lo leyó el día de nochebuena en Arraioz a toda la familia.
–Hablando de familia. La primera vez que hiciste el recital con tu padre cortando un tronco tuvo que ser especial, ¿o no?
–Pues sí y no. Fue gracias a Imanol Agirre de la librería Garoa de Zarautz, que lo propuso. Fue intenso por tenerlo al lado, pero en ese momento no hubo sincronía. Fue la semilla que después germinó. Es un regalo que estos padres sean tan generosos, que se impliquen y ha sido importante por todas esas personas que se han acercado hablando de reencontrarse con sus raíces.
«Trabajo con personas diagnosticadas de enfermedad mental crónica»
–Y otro de tus libros, 'Niebla fronteriza', se reeditó...
–Sí, es un libro especial para mí, donde también hablo de la homosexualidad. Hay un poema que no me atrevía a leer en público porque me emocionaba. Habla de mi abuela, que buscaba a Zuri, a mi marido, pero nunca se lo presentamos por los miedos... Eso se me quedó muy dentro, en relación a cómo a veces escondemos información a la tercera a edad por miedos.
–Lo hacemos con la tercera edad y con los niños...
–Qué interesante esto, no lo había pensado. Pero cuando callamos tanto, el silencio enquista las cosas y lo hace todo más complejo.
–Y en Madrid, ¿qué tal en tu trabajo como educador social?
–Llevo muchos años en el ámbito de la salud mental crónica, es un programa comunitario bastante pionero, porque vamos a domicilios a trabajar con las personas. Estamos en coordinación con psiquiatras y enfermeros de salud mental y después a la vez trabajamos mucho con familias y con personas diagnosticadas con enfermedad mental crónica intentando conseguir, según la persona, diferentes metas y objetivos. Una de nuestras premisas es evitar ingresos hospitalarios, suicidios. Aunque hay personas que puntualmente lo necesitan. La psiquiatría se está transformando. Hay muchos más casos de suicidio, como sociedad tenemos que crear espacios seguros para que los niños y adolescentes cuenten con herramientas.
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