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Vista de la desaparecida ermita de San Antolín, a mediados del siglo pasado. INDALECIO OJANGUREN

Barrio de Arriaga: casi medio siglo sin la ermita de San Antolín

El 14 de enero de 1972 acogió su último oficio religioso, antes de ser demolida por las obras de construcción de la autopista Bilbao-Behobia

AITOR ZABALA

elgoibar.

Domingo, 30 de agosto 2020, 00:08

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El inicio del mes de septiembre en Elgoibar suele estar marcado por la celebración de las fiestas de San Antolín. El barrio de Arriaga acostumbra a convertirse en el escenario de los más variados actos coincidiendo con la conmemoración del día de su patrón, que se celebra el 2 de septiembre. Este año, sin embargo, los vecinos de Arriaga se van a ver huérfanos de sus fiestas patronales y la razón para ello no es otra que la Covid-19, tal y como cabía prever.

Al igual que ha sucedido con las fiestas de San Bartolomé y, antes con las de Trinidades, Altzola, Idotorbe-San Pedro, Sigma, Sallobente-San Lorenzo y Azkue-San Roke, las medidas de prevención contra el coronavirus han dado lugar a su suspensión. Este año no habrá campeonatos de lanzamiento de txapela y huesos de aceituna, torneo de mus, concurso de tortillas de patatas, ni otros muchos actos tan característicos de las fiestas de Arriaga. Sin embargo, la proximidad del 2 de septiembre nos servirá para conocer mejor la historia de este barrio y, más en concreto, la de la ermita que durante siglos sirvió de punto de encuentro a los fieles de Arriaga hasta su demolición en 1972 a raíz de la construcción de la autopista Bilbao-Behobia (actualmente AP-8).

Los primeros datos sobre la existencia de una ermita en Arriaga nos trasladan al año 1505, tal y como recogió el historiador Koldo Lizarralde en el libro 'Ermitas de Elgoibar'. Referencias posteriores están vinculadas en buena medida a los Carquizano, familia que contaba con su propia casa-torre en el barrio de Arriaga y logró un gran auge económico y social a la sombra de la industria del hierro. Los Carquizano estuvieron vinculados a la Corona y varios de sus miembros participaron en aventuras colonizadoras y comerciales en América y Asia. Martín Íñiguez de Carquizano, que murió envenenado en las Molucas en 1527 cuando dirigía la expedición de Loaysa, fue uno de ellos, al igual que Sebastián de Carquizano, muerto en combate en la isla de Malta en 1565, y Pedro Sáez de Carquizano, fallecido en las Indias en 1572. El fallecimiento de estos dos últimos tuvo su reflejo en la ermita de Arriaga, que sirvió de marco a sendas honras fúnebres en su honor, tal y como se apunta en el libro escrito por Lizarralde.

El nido de amor de la serora

El trabajo de Lizarralde también se hace eco de un hecho vinculado a los amoríos de la mujer que desempeñaba las labores de serora o cuidadora de ermita y que, sin lugar a dudas, debió de dar lugar a todo tipo de habladurías. La mujer, que respondía al nombre de Marta Momiola, se hizo con el cargo de serora el 15 de enero de 1590 bajo el compromiso de desempeñar sus labores «con limpieza y castidad». Sin embargo, el patrono de la iglesia-hospital, Pedro Sáez de Carquízano no debió de ver con bueno ojos el comportamiento de la nueva serora y, cuatro años después, fue relegada de su cargo. Sin embargo, todo apunta a que no se marchó con las manos vacías, pues fue acusada de apropiarse de todo cuanto pudo hurtar de la iglesia hospital: camas, adornos, hostias...

El conflicto derivó en una querella criminal en la que siete testigos declararon que Marta Momiola no solo comía en compañía de un hombre en el interior de la iglesia sino que, además, se acostaba con él aprovechando las camas de la ermita, que en aquel tiempo contaba con un espacio que se utilizaba como hospital y refugio para pobres y peregrinos. Desconocemos cuál fue el veredicto del juez, pero tomando en consideración la abundancia de testimonios en su contra, no parece factible que Marta Momiola saliera bien librada de esos amoríos.

Líos de faldas y denuncias al margen, la ermita de San Antolín se mantuvo en pie varios siglos más, hasta que la autopista Bilbao-Behobia, nunca mejor dicho, se cruzó en su camino. Su ubicación en el lugar en el que los técnicos habían marcado el paso de la autopista selló su destino. El 14 de enero de 1972 la ermita acogió el que fue su último oficio religioso, iniciando así una cuenta atrás que terminaría con su demolición.

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