«Estamos destrozados por la muerte de Satur, fue todo un cúmulo de mala suerte»
La batida del domingo se realizó para atender las denuncias de los propietarios afectados por la presencia de jabalíes en sus terrenos
«Llevamos días sin poder dormir. Estamos destrozados por la muerte de Satur, porque fue todo un cúmulo de mala suerte», reconocen desde la cuadrilla ... de cazadores que el pasado domingo se encontraba realizando una batida de jabalíes en una zona boscosa de Deba cuando un proyectil perdido causó el fallecimiento de una mujer de 75 años tras colarse por la ventana de su vivienda e impactarle en la cabeza. «No sabemos lo que pudo pasar. Es muy extraño y, desde luego, algo extraordinario. Pero ahora lo que deseamos todos es que el caso se resuelva cuanto antes, porque estamos viviendo momentos duros de verdad», confirmaba ayer uno de sus miembros con la voz compungida. «Imaginamos cómo tiene que estar pasándolo la familia, así que por nuestra parte queremos volver a dejar claro que nos ponemos a su absoluta disposición para lo que necesite y, por supuesto, decirle que nos sumamos a su dolor», insistía el cazador a este periódico antes de desvelar el motivo que llevó a 23 compañeros a realizar la batida.
«Cada cierto tiempo tenemos obligación de atender los expedientes o partes de daños que llegan a la Federación Guipuzcoana de Caza». Es decir, atender las peticiones de los baserritarras o propietarios de fincas que denuncian que sus terrenos han sido atacados por este tipo de animales. «Lo que hacemos es ir al lugar, analizarlo y ver qué es lo que nos encontramos para poder abatirlos y resolver así el problema», explica.
La cuadrilla que realizó la batida asegura llevar días «sin dormir» y desea que se sepa lo sucedido «lo antes posible»
En consecuencia, el domingo por la mañana, sobre las 8.00 horas, esta cuadrilla de cazadores arrancó su misión en la mancha de Iztiña de Deba, en los alrededores del bosque Ozio, un lugar «propenso» a la aparición de jabalíes al tratarse de una zona húmeda de mucha vegetación. «Se mueven en sitios muy sucios porque saben que allí no les va a molestar nadie y son capaces de recorrer muchos kilómetros en una sola noche, por lo que decidimos separarnos para poder ampliar el operativo de rastreo», cuenta uno de los presentes. Acompañados por perros atados con una cuerda y un arnés –son los encargados de marcar el recorrido que siguen los animales a fin de dar con ellos–, los cazadores llegaron rápidamente a la conclusión de que los jabalíes permanecían en el lugar, por lo que fijaron varios puestos para su caza.
Zona de baja visibilidad
Una vez colocado cada uno en su sitio estratégico, añaden desde la cuadrilla, se traen «otros perros» y se sueltan para que sigan la pista de estos animales y les hagan correr. «Es en ese momento cuando se dispara. Hablamos de una decisión que ha de tomarse en décimas de segundo y muchas veces sin llegar a ver del todo el animal debido al gran tamaño de los árboles y las zarzas», confiesa. «En numerosas ocasiones nos encontramos con vegetación de mucha más altura que nosotros y la visibilidad es muy baja. Lo que no está cerca, no se ve». Así sucedió el domingo.
Mientras la Ertzaintza sigue con la investigación abierta para tratar de esclarecer los motivos por los que la bala acabó en ese tercer piso de Maxpe kalea, la principal hipótesis que manejan los cazadores es que el proyectil debió rebotar en algún sitio. La incógnita es dónde. «La zona boscosa está llena de piedras, por lo que cabe la posibilidad de que rebotara en alguna de ellas» o que, como adelantó ayer la Policía vasca, «la bala modificase su trayectoria después de abatir un jabalí». Según ellos, si está deformada o solo queda parte de ella, «va a ser difícil determinar de cuál de las seis armas que dispararon salió».
«El cañón del rifle lleva unas estrías que hacen girar la bala y con esas marcas se puede saber quién realizó el disparo»
Teniendo en cuenta que la «mayoría» de los tiros se hicieron con rifle, la labor ahora de la Policía Científica es analizar, además de los calibres, las marcas que deja en la bala la estría del cañón. «Es la única manera de saber quién realizó el disparo», concluye el cazador. Las armas de los 23 batidores así como la munición utilizada aquel fatídico día permanecen en manos de la Ertzaintza.
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