Adiós a la panadería Eskolatxo tras 170 años
La tahona más antigua de Oñati ha sobrevivido a tres siglos diferentes, pero finalmente el jueves cerrará sus puertas
MARIAN GONZALEZ LIZARRALDE
Oñati.
Domingo, 26 de junio 2022, 00:23
'Eskolatxo', la panadería más antigua del municipio, la de toda la vida, bajará el jueves la persiana, llevándose consigo un pedacito de la historia ... de Oñati, de miles de vivencias en torno al pan de cada día.
Mª Carmen Urkia se jubila con 74 años y no ha encontrado relevo para continuar con el negocio, así que el popular despacho de pan y ultramarinos dice adiós a 170 años de tradición artesana. A un establecimiento genuino en el que el olor a pan recién hecho, magdalenas, bizcochos, choripanes... comparte protagonismo con productos del caserío y básicos del hogar para salir de cualquier apuro.
No es fácil pasar página a toda una vida, y por eso las últimas semanas están siendo muy especiales. «Según se va acercando el día te embargan más las emociones, los recuerdos», explica Luis Aristegi, que aunque lleva tiempo jubilado, a sus 80 años no perdona su visita diaria a la panadería en la que empezó a trabajar con tan solo 12 años. «Él es la memoria viva del negocio», señala Mari Carmen, viuda de su hermano Ignacio, y que es la que lleva la batuta de la panadería.
El primer horno de pan lo fundó Juan José Aristegi en 1852 y hace unos 150 años se asentaron en la sede actual de Atzeko kale
Luis explica los tres siglos diferentes que ha vivido el horno de pan que en 1852 fundó su abuelo Juan José Aristegi. «Era de Antzuola y vino a servir a Oñati, al caserío Unaingua, dónde le prestaron dinero para montar la primera panadería. En cuanto hizo un poco de capital compró la casa actual de Atzeko Kale, que en su día fue escuela (de ahí el nombre 'Eskolatxo') y en la que llevamos cerca de 150 años», relata.
Luis, toda la vida en Eskolatxo
«Tuvieron seis hijos, entre ellos mi padre Andrés, que junto a mi madre Rufina y mis tíos Petra y Jesús fueron quienes siguieron la tradición familiar. Los tíos no tuvieron hijos, mientras que nosotros fuimos cinco: Juan José, Félix (que murió a los once años) Jesusa que se hizo monja, yo e Ignacio, el más joven».
El nombre 'Eskolatxo' obedece a que en el edificio que acoge la popular panadería hubo antes una escuela
«Todos hemos trabajado en la panadería en algún momento, porque vivíamos en torno a ella. Yo, por ejemplo, dejé a la escuela al morir mi padre, a punto de cumplir los 13 años, para repartir. En la panadería entonces trabajaban el tío Jesús, mi hermano Juan José y la ama. Al volver de la mili, el tío se jubiló y empecé como panadero. Entonces se hacía todo a mano, no había ni pesadoras», recuerda.
No hay duda de que los tiempos han cambiado y no solo en lo que la elaboración del producto se refiere. Recuerda muy bien el primer coche de reparto que compraron en 1965. «Antes se repartía en caballo por los caseríos, en carrito por la calle y en bici-carro en Zubillaga, y cuando nevaba mucho cogía un cesto grande y me iba en el tren».
Durante muchos años Eskolatxo fue un negocio familiar, pero poco a poco fueron contratando gente para atender los distintos frentes, y en la actualidad, la panadería tiene un equipo de trabajo de siete personas entre panaderos, dependientas y los repartidores. «Servimos el pan a domicilio en todo el pueblo menos en Arantzazu», explica Luis.
«Es una pena que pronto deje de escucharse el característico claxon que anuncia la llegada del panadero», señalan en distintos puntos de recorrido, desde San Juan Kale hasta Zubillaga. «Tienes cogida la hora, oyes la bocina, sales y charlas un poco, sin las prisas y las colas que hay en los despachos de pan». Mª Carmen Idigoras, del caserío Aldabe de Olabarrieta, lleva «toda la vida cogiendo el pan a la puerta de casa. «Me da mucha tristeza, nos da una gran servicio», señala.
En la actualidad, Eskolatxo vende casi un millar de panes al día, lejos de aquellos años de 'vacas gordas' en los que alcanzaban las 2.500 unidades. Pero no solo han bajado las ventas, también han subido mucho las materias primas y han cambiado las costumbres.
Intensos están siendo también los últimos días de Carlos Benito, que lleva 37 años trabajando como panadero en Eskolatxo. Es de Salamanca, donde profesaba como monja Jesusa Aristegi, que le comentó a su madre la necesidad de mano de obra en el negocio familiar oñatiarra. «Primero vino mi hermano, que luego marchó a Legazpi, y luego yo, que llevo toda la vida aquí», explica sin dejar de atender al horno. Sabe que el 30 de junio se cierra una etapa de su vida, y a sus 60 años de edad no tiene más que palabras de agradecimiento para los Aristegi.
«El negocio ha cambiado mucho», continúa Luis. «Antes se consumía mucho más pan y todo el proceso era más trabajoso, pero también más económico. Al principio lo hacíamos todo a mano, luego llegaron las máquinas. Todavía tenemos una de las primeras amasadoras que hizo Ulma en Gipuzkoa, y su batidora industrial también sigue al pie del cañón», señala.
Desde hace ya un tiempo Eskolatxo es más que la familia Aristegi. Jubilaciones y fallecimientos pusieron a Mari Carmen al frente de un negocio que hornean Carlos, Txus y Enrique, y al que ponen cara las dependientas Gotzone y Koro, y los repartidores Andoni y Haritz. No obstante Luis, pese a estar jubilado, siempre ha sido y será el rostro de la panadería. Es quien más se emociona al hablar del cierre porque para él la panadería más que una profesión ha sido su vida.
El jueves, Eskolatxo despachará por última vez pan y toda su carta repostera. La panadería más antigua de Oñati cerrará sus puertas con anécdotas de calado, como cuando socializaron el Goya que Aitor Arregi consiguió por 'Handia'. Ir a por el pan y sentirte unos minutos como quienes la noche anterior posaban en la alfombra roja, no tiene precio. Y eso es lo que pudieron hacer los oñatiarras que coincidieron con Arregi comprando el pan de cada día.
Agradecidos al pueblo
Eskolatxo no es solo la panadería de toda la vida, es parte de muchas vidas, de ahí la tristeza que provoca que baje la persiana. De momento no hay relevo, y lo que pueda ocurrir en un futuro es harina de otro costal. Se cierra una etapa y Luis y Mari Carmen no tienen más que palabras de agradecimiento al pueblo, por su respaldo todos estos años y por el cariño recibido en estas últimas semanas. «Gracias, muchas gracias, a todas las personas que han hecho posible este largo camino».
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