

«Han sacado a mi madre en camilla sobre el lodo para ir al hospital»
El caserío Larrunbe de Ikaztegieta ha estado aislado desde el viernes y todavía se prolongan las labores de limpieza para habilitar el acceso
Piedras en lugar de maíz, troncos sobre carreteras y barro por todas partes. Los estragos de la riada que asoló más de una decena de ... municipios de Tolosaldea y Goierri son todavía muy evidentes en las zonas más afectadas. A las inagotables paladas de vecinos perjudicados se les suma ahora el trajín de excavadoras, camiones de bomberos y ambulancias tratando de agilizar las labores de limpieza, que se prolongarán «durante días».
Esto es lo que se observa en las inmediaciones del caserío Larrunbe de Ikaztegieta, incomunicado por la tormenta desde el viernes. Patxi Ulanga, miembro de la familia propietaria, estaba en casa junto a su madre de 88 años cuando la lluvia comenzó a arreciar. «El acceso por carretera quedó totalmente taponado y eso es un grave problema cuando tienes en casa a una persona de movilidad reducida», lamenta Patxi. La montaña de barro, ramas y piedras que corta el acceso al caserío es el primer indicio del destrozo que se encuentra 100 metros más adelante. Junto a la estrecha carretera, la enorme huerta ha quedado completamente afectada por el agua. Caminar sobre la hierba es prácticamente chapotear sobre un lodazal en el que apenas se intuyen las plantas de maíz que cubrían el campo hace unos días. «Se ha conservado algo de la plantación, pero el barro y las piedras han comido bastante terreno».
Aunque el campo está rodeado del río Oria, la mayor parte del desperfecto lo ha causado el residuo y el agua que cayó ladera abajo, cerca del caserío Larrunbe. «El golpe del agua fue espectacular, fortísimo. Bajaba del monte con muchísima potencia y ha buscado el mejor camino, lo ha arrancado todo. Había un puente de piedra que cruzaba el río y que no cayó ni con las inundaciones de 1983. Ahora no hay ni rastro de él».
Torre de electricidad colgando
Unos metros más adelante, un poste de electricidad cuelga milagrosamente de su base, prácticamente arrancada de raíz por el agua. «Si esta torre llega a caer nos habríamos quedado sin agua ni electricidad. Es un milagro que siga en pie. Las cosas se habrían complicado mucho más», admite Patxi. Otro de los caminos que conecta el caserío con una estructura contigua fue «arrastrado por el agua». La situación en la casa donde reside su madre es complicada. «Lo peor es el acceso. Lo renovamos hace poco y ha quedado destrozado. No pudo aguantar la cantidad de agua que cayó en tan poco tiempo y el camino está cortado por una masa de barro», relata. «La base de la carretera se ha desplazado y se ha derrumbado también. Nos da miedo que el asfalto ceda ante el peso de las excavadoras y no se puedan realizar los trabajos de limpieza».

Patxi asegura que «lo prioritario es habilitar el acceso», antes que centrarse en los desperfectos de la casa. «Mi madre tiene que ir frecuentemente al hospital por un problema de salud. Han tenido que venir los bomberos y una ambulancia para sacarla de casa. Hemos tenido que trasladarla en una camilla durante unos 200 metros de barro y lodo. No podemos hacerlo cada vez que tenga que ir al médico».

Dámaso Zubeldia Altzo
«Me asomé a la ventana y pensé que el agua se iba a llevar por delante mi casa»
«Me asomé a la ventana y pensé que el agua se iba a llevar por delante mi casa». Es el testimonio de Dámaso Zubeldia, un altzotarra que vivió momentos de verdadera tensión durante la riada que inundó por completo su casa. «Acosté a mi madre en el piso de arriba y luego me fui a dormir. Yo vivo abajo y de pronto empecé a escuchar mucho ruido. En cuestión de minutos todo comenzó a desbordarse. Salí a la entrada y el agua me llegaba a las rodillas».
Se dice que el ser humano se adapta rápido a las situaciones extremas, y Dámaso confirmó esta teoría. «El agua entró a la casa y en pocos minutos subió muchísimo. Entonces pensé que si creaba una corriente podría salir por otro lado y liberar un poco la presión. Abrí la terraza y enseguida se formó una corriente que hizo que el agua saliera por el otro lado», recuerda el altzotarra.
Aunque esta técnica improvisada sirvió para reducir los daños, el destrozo ha sido considerable. Los muebles, la maquinaria y las herramientas apiladas en la entrada del domicilio dejan entrever que su inquilino no ha podido salvar gran cosa. «He perdido todo. El agua entró a todas las habitaciones y voy a tener que reformar toda la casa».
Los restos de barro en el interior dibujan la trayectoria que siguió el agua. «La cocina está destrozada, voy a tener que cambiar toda la maquinaria. Después llegó a la sala de estar, que también está muy afectada. He tenido que tirar todos los sillones y los muebles. La televisión era nueva, apenas tenía un par de meses y tampoco la he podido salvar, igual que los ordenadores y otro dispostivos electrónicos que tenía». La riada dañó la madera que tenía guardada en la entrada de la casa. «La tenía cortada en el portal y he perdido casi todo».
«Al menos he salvado el coche»
Entre tantas desgracias, Dámaso tuvo un pequeño golpe de suerte. «No sé por qué pero antes de que sucediera todo decidí dejar el coche en el jardín de debajo de la casa. El agua desbordó y llegó hasta la hierba, pero no se llevó el coche. Si lo hubiera dejado arriba, junto a la entrada, lo habría arrastrado. Por lo menos he salvado eso».
Este altzotarra quedó sorprendido por la potencia de la corriente. «Debajo tenemos otro piso donde guardo maquinaria y lo he perdido todo también. En un momento pensé que el peso y la fuerza del agua iba a derrumbar mi piso y, por tanto, toda la casa con mi madre en el piso de arriba». Dámaso admite que llegó a temer por su vida. «Estoy contento por poder contarlo. Los daños materiales se pueden reparar y con el tiempo puedes sobreponerte. Fue un susto tremendo».
El barrio de Altzo Azpi está situado en la parte baja del municipio y la carretera que desciende del principal núcelo urbano ha quedado muy dañada. Los arcenes de la vía cedieron a la presión del agua y los surcos creados en el asfalto dificultan el tránsito de vehículos. En el prado junto a la carretera que divide el barrio todavía se aprecian restos de la fuerte tormenta. El agua arrastró contenedores de basura, residuos y ramas que los servicios de limpieza se están encargando de recoger.
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