Las seroras del siglo XXI

La palabra serora, en pleno siglo XXI puede encajarse en el club de las acepciones moribundas, ya que parece estar abocada a su desaparición. También la propia función o desempeño del cargo que ejercieron muchas mujeres a lo largo de cientos de años. Sí, en cambio, en muchos municipios, y en Beasain entre ellos, permanece vivo el termino 'seroretxea' (la casa de la serora). Aquí, es la casa que está frente a la parroquia en la que ahora se despliega toda la actividad ligada a la misma (catequesis, confirmación Herriak Elkar Lanean, Cáritas, Pastorales de la salud, carcelaria, los despachos y oficinas parroquiales....).

Aunque se dé por desparecida la función de ese cargo, existen las que se pueden denominar 'seroras' del siglo XXI.

«Dentro y fuera»

En la villa son los dos grupos de mujeres que realizan las tareas de limpieza y decoración floral de los dos templos, que se encargan de que todo esté en estado de revista, «más que reluciente, dentro y fuera de los templos», como señalan ellas.

En la Parroquia de la Asunción, antaño, hace unas décadas, las encargadas de la limpieza eran Asun Mujika y Rosarito, que cedieron el testigo a Lucía Zarraga, a quien ayuda su nuera Naia, y una tercera persona. Se responsabilizan de la limpieza, «no solo de la parroquia y del pórtico, durante el curso, también limpiamos Seroretxe, es una tarea semanal», explican. Sábado tras sábado, a primerísima hora de la mañana, limpian el templo de la Asunción, el mayor de la villa. «La parroquia es grande y hay mucho donde limpiar, desde el coro a la capilla, la sacristía, los bancos, el suelo de madera, donde pasamos la mopa, y el resto con la aspiradora», comenta.

Lucía reconoce que antaño la iglesia se ensuciaba más, «iba más gente, pero quienes aquí vienen valoran nuestro trabajo. Cuántos me dicen 'que limpia tenéis la iglesia...'».

De la limpieza de los ornamentos del culto y del tema floral se ocupa otro grupo de mujeres, entre las que se encuentran Agueda Goitia, Ramoni Isasa y Niko, sin olvidar a María Asunción Paredes, quien hasta hace poco ha venido ejerciendo las funciones de sacristana.

Los franciscanos

La segunda parroquia de la villa, más pequeña que la matriz, es la de San Martín de Loinaz. Aquí el grupo es mayor, y está capitaneado por Mari Carmen Ibarbia, que empezó a limpiar San Martín en 1972, cuando llegaron los franciscanos a esta parroquia, «sin pertenecer todavía a la parroquia, pero tenía una ligazón especial a la Basílica».

Además de Mari Carmen, en la tarea de 'seroras' se involucran semanalmente Coro Aizpuru, Mari Tere Aranoa, Ana Villalba, Aquilina Berrocal, Gema Otxandorena y María Luisa Etxeberria, y, hasta no hace mucho, Juani Régil y Ana Mari Ibañez. Además de limpiar el interior del templo y la capilla, «barremos el pórtico, regamos los jardines del exterior y nos ocupamos de las plantas del interior del templo. Es la labor de cada viernes a la tarde, pero después nos espera el reconfortante café», comenta Mª Carmen Ibarbia.

Además, limpian los ornamentos sagrados, las albas, etcétera. «Alguien lo tiene que hacer y nosotras lo hacemos muy a gusto», reconocen.

Lo peor suele ser cuando barren el pórtico después de una boda, debido el arroz que lanzan a los novios, que «puede resultar peligroso en el suelo de pórtico ya que produce inesperados y peligrosos resbalones».

Pero tras la faena viene la reunión en torno a la mesa, con el reconfortante café y unas pastas en la casa de los frailes.

De la limpieza de la ermita de la Andra Mari de Loinaz, donde una vez al mes se celebra una misa, además de las bodas, se encarga Mari Carmen, del cercano caserío de Loinaz azpikoa. Antes lo hacía su ama, Fermina.

Y las tareas de mantenimiento de la ermita y de San Martín corren a cargo de Nicolás Barandiaran.