«Hemos hecho una sociedad muy blandita y la gente se rompe»
«Hay muchas personas que quieren vivir del gobierno, de los otros, que no saben lo que son las obligaciones», dice
El psicólogo Javier Urra ha venido a San Sebastián para dirigir el curso de verano de la UPV/EHU 'Inmadurez colectiva, busquemos soluciones'. «Hemos hecho ... una sociedad de la emoción, no de la razón», asegura.
– ¿Se va a pensar dos veces las respuestas a esta entrevista?
– No. Creo que tengo los criterios claros y sé lo que venía a decir.
– ¿No tiene miedo a que alguien se ofenda por lo que pueda decir?
– Ningún miedo. Como el título del curso es 'Inmadurez colectiva', parece que la gente reparte la responsabilidad entre todos.
– ¿Se incluye usted en esta inmadurez colectiva?
– Yo no, por eso lo señalo. Soy un tipo muy responsable que asumo lo que hago bien y lo que hago mal, que anticipo, como tanta gente que es muy responsable. Sin embargo, hay mucha otra gente que quiere vivir del gobierno, de los otros, que no sabe lo que son las obligaciones y que además se cree que es un cliente en vez de un ciudadano. El cliente exige y cree que siempre tiene razón, pero ser ciudadano te obliga.
– ¿Tengo derecho a que no me ofendan?
– Sí, pero hay que medir por qué se ofende usted. Si te insultan te puedes ofender, pero si alguien te dice una cosa que es cierta o debatible... El problema es que hoy en día todo lo que se dice es políticamente correcto. Hemos hecho una sociedad de la emoción, no de la razón, y el ser humano también tiene que razonar las cosas, argumentar, no perder la palabra. El ser humano tiene que ser responsable de sus conductas, de sus actos, y eso se ha aligerado mucho. Todo el mundo tiene que tomar ansiolíticos, todo el mundo tiene que tomar pastillas para dormir o antidepresivos. Hemos hecho una sociedad muy blandita y eso hace que la gente se rompa con facilidad.
– En su charla ha dicho que la sociedad es un lodazal de egos.
– Es que eso es verdad. Yo veo a Pedro Sánchez entrar por cualquier lado y es que se gusta, se quiere, es un narcisista de libro; no se besa porque no se alcanza. Es alto, es presidente, es muy resiliente, domina el inglés; tiene muchas virtudes pero le falta una esencial, que es ser humilde. La humildad es esencial, reírse de uno mismo es fundamental.
«El Estado ha tomado el testigo de los padres y nos hiperprotege. No se atreve a decir que no a la ciudadanía»
– ¿El caso de Luis Rubiales es un ejemplo de lo que el ego puede hacer en una persona?
– Yo había oído hablar de él, me parecía que estaba en zonas muy oscuras, pero ahora me ha parecido impresentable. Me ha parecido paleolítico. Lo del beso robado me parece feo, lo de ponerse a una chica encima del hombro como un jamón, lo de tocarse los genitales... Todo eso me parece mal, pero lo peor es que no ha entendido nada. Él entiende que esto es una caza y captura contra él. Ese tipo de gente no puede estar de presidente de una federación.
– Quienes le aplaudieron durante la rueda de prensa le abandonaron poco después.
– Esto demuestra que tenemos que hacer un curso de inmadurez colectiva. Si usted aplaude a Rubiales, aplaude y asume. Me parece que tenemos que asumir las responsabilidades. Si yo digo que la cuestión de lo transgénero se les ha ido de las manos y que está generando un problema brutal a niños, pues naturalmente habrá a quien no le guste, pero es verdad. Tenemos que asumir las responsabilidades.
– Usted también ha dicho que somos una sociedad cobarde. ¿A qué tenemos miedo?
– A todo. Si pones la radio ves que todo está lleno de anuncios de empresas de seguridad para las casas, contra los okupas... España es un país muy seguro. ¿Dónde está el problema? Tenemos miedo a la muerte, a sufrir, a que mi hijo no sea feliz. Hay gente que está como paralizada. El ejemplo de Rubiales es clarísimo, que una gente aplauda y al día siguiente lo apedree según va girando el viento...
– ¿Nuestra obligación es ser felices?
– No. Yo creo que nuestra obligación es dejar el mundo mejor que lo hemos recibido y si de paso eso te hace feliz, genial. Hay que ser muy agradecidos con los que nos han antecedido, con los que convivimos y con los que nos continuarán. Yo no busco la felicidad, lo que pasa es que soy muy feliz haciendo lo que hago.
– ¿El Estado nos sobreprotege?
– El Estado nos hiperprotege. Ha tomado el testigo de los padres y papá Estado y sus gobernantes no se atreven a decir que no a la ciudadanía. Esta sobreprotección sirve para tener a la gente muy callada, muy manipulada y muy subvencionada.
– ¿Estamos criando a niños de cristal?
– Sí, y por eso aumentan los índices de suicidio y las ideas autolíticas. Ellos le exigen a la vida más de lo que la vida les puede dar y cuando las cosas no van bien se quiebran. Lo que hay que hacer es ser como una pelota de tenis, que choca contra el suelo, se deforma y vuelve a su ser. Es decir, forjar un carácter para poder afrontar lo que venga porque no hay ninguna garantía de que mañana no tengas una hemiplejia o un accidente y tienes que poder afrontar esto. Si todo el mundo te protege, al final tú eres incapaz, eres una persona que no sabe llevar la vida en sus propios brazos y eso es un gran problema.
– ¿Somos una sociedad de niños malcriados?
– Yo diría que somos una sociedad de niños malcriados a distintas edades. Hay gente que es inmadura y tiene 60 años. Una persona madura es la que deja de tener tanto interés por sí misma y empieza a tenerlo por los demás, la que se responsabiliza y la que cumple su palabra. Hay muchísima gente así, pero hay otra que no aporta nada.
«Estamos criando niños de cristal que exigen a la vida más de lo que la vida les puede dar»
– ¿Las redes sociales son una jungla de egos?
– Sin duda. Mi teoría es que las redes sociales no están para comunicarse sino para venderse. La gente da una imagen de sí misma que normalmente no se corresponde con la realidad porque una cosa es la persona y otra el personaje. El 80% de la población dice que es más importante que la media y eso no es posible.
– ¿Cree que alguien se ofenderá con usted cuando lea lo que ha dicho?
– Espero que no. Si he ofendido a alguien le pediría disculpas, pero posiblemente no cambiaría nada de lo que he dicho.
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