Joaquín Fuentes Biggi
Se jubila tras más de 50 años de carrera donde ha vivido la transformación de la psiquiatría, el empoderamiento de los pacientes o las secuelas de una pandemia y las nuevas tecnologías
Tras más de 50 años de carrera profesional, Joaquín Fuentes Biggi cuelga la bata. El doctor, que los últimos años ha ejercido como jefe del ... servicio de Psiquiatría Infantil en Policlínica Gipuzkoa, recoge estos días los innumerables distinciones y reconocimientos que atesora en su despacho. Entre ellos, el premio a la Trayectoria Profesional de la Organización Médica Colegial (OMC) o el premio George Tarjan de la Academia norteamericana de Psiquiatría Infantil. «El Tambor de Oro lo tengo en la entrada de casa», reconoce el facultativo, que ha liderado casi una veintena de investigaciones internacionales.
– Cómo ha cambiado todo desde que empezó a pasar consulta...
– Desde luego.Cuando yo empecé no había ni servicios de salud mental. Todo dependía de Diputación. En estos poco más de 50 años de práctica hemos pasado de la psiquiatría sin datos a la búsqueda de esos datos. Otro cambio enorme ha sido el empoderamiento de los pacientes. Antes decíamos al paciente 'usted tiene que hacer esto', ahora le decimos: 'con lo que hemos encontrado, tenemos estas posibilidades'. El paciente ha recuperado el poder de decidir y eso a mí me parece que es un cambio revolucionario. Hace 50 años nos hubieran quemado por eso, era una herejía. Otra novedad es que tenemos asociaciones de afectados que no había antes, y eso ha supuesto una democratización tremenda de la práctica de la medicina. Y de la psiquiatría también.
– ¿Tiene contabilizados a cuantos pacientes ha tratado?
– Entre 6.000 y 7.000 niños.
– ¿Con trastornos de todo tipo?
– Vemos de todo lo que hay en la sociedad: problemas de alimentación, problemas de comportamiento, problemas de imagen corporal. Pero los mayoritarios son dos. Por un lado, el déficit de atención (TDH), que aparece en el 7% de los niños. ¿Es el más frecuente? No, ese es el trastorno de ansiedad, que afecta al 12% de los menores, pero que la gente no lo ve.
– ¿Por qué?
– Porque los síntomas son muy personales y la gente no lo ve salvo que el padre o la madre lo tenga. Entonces lo identifican.
– ¿Se sabe cuántos niños sufren problemas de salud mental en Gipuzkoa?
– La OrganizaciónMundial de la Salud (OMS) dice que el 16% de los adultos sufre de ansiedad, un 12% en el caso de los niños y otro 4% que aparece después. Lo que está claro es que frente a la noción de hace unos años de que la infancia y la juventud eran felices, hemos descubierto que el 50% de los problemas psiquiátricos se inician antes de los 14 años. Y el 75% antes de los 23. Es muy importante el trabajar desde el principio y no dejar que la gente tenga luego otras costras.
«Hemos pasado de rehabilitar lo malo a lo bueno. Hay que potenciar lo que hacemos bien porque todos somos diferentes»
– Permítame un paralelismo. Se dice que cada década tiene su droga. ¿Sucede igual con los trastornos mentales?
– No hay mucha evidencia, pero cada vez se reconocen más. Se habla de ellos, se diagnostican, se tratan y la gente los comparte. Yo creo que en esta década quizás lo del estigma es el concepto fundamental, que ha disminuido llamativamente el estigma de los trastornos o los problemas mentales. Y eso hace que la gente los comente y busque ayuda.
– ¿Hemos dejado ya atrás el tabú de ir al psiquiatra?
– Lo hemos dejado. Bueno, los niños lo han dejado atrás, los padres lo han medio dejado atrás y los abuelos todavía se acuerdan del Hospital Psiquiátrico de Santa Agueda y de cómo allí la gente andaba zombi (ríe). Quitar el estigma es una de las misiones fundamentales.
– ¿Eso se nota a la hora de realizar diagnósticos?
– Eso es otro cambio. Durante años hemos trabajado la rehabilitación de lo malo. Ahora, sobre todo, se hace la habilitación de lo bueno. Hay que potenciar lo que todos hacemos bien y no tratar de cambiar a la gente. Y esto es algo que choca con ese modelo de que todo el mundo tiene que ir bien e igual. No es verdad, todos somos diferentes.
«Ha disminuido el estigma de los trastornos mentales y eso hace que ahora la gente lo comente y busque ayuda»
– ¿Ahí incide la psiquiatría?
– Unos nórdicos hicieron un estudio masivo del TDAH en la vida adulta. Estudiaron los que habían ido mal y lo compararon con los que habían ido bien. Lo que descubrieron era que nosotros pensábamos que había casos más difíciles y casos más fáciles. Pero los casos eran todos iguales. Lo que pasa es que unos tenían una familia estable con trabajo, con buenos hábitos, con valores, etc. y otros tenían todo lo negativo. ¿Qué quiere decir eso? Que somos enormemente dependientes. Por eso influimos siempre en psiquiatría en mejorar las condiciones sociales, en el contexto de las personas, porque sino sería ponerte una venda delante de los ojos.
– Tras más de 50 años de carrera profesional, ¿la pandemia ha sido la época más dura que ha tenido que vivir como psiquiatra?
– A la salida del Covid nos vino un tsunami, aumentaron los trastornos, especialmente los depresivos y la ansiedad. En todas las edades, pero en los niños también. ¿Qué nos ha enseñado? Que los demás son muy importantes. La conexión social que dice la OMS, que no es un cuento. Que si nos aíslan, te puedes morir en tu casa y no se entera nadie, que eso pasa en Japón. Y aquí ha empezado a pasar también en algún caso. Lo que se está poniendo de manifiesto es que el aislamiento social no solo es emocionalmente malo, sino que te produce infartos, te produce cánceres, y eso nos obliga a que nos activemos seriamente para poner en marcha estrategias de conexión social.
– Las conexiones que sí han aumentado considerablemente desde elCovid son las virtuales con los móviles y las pantalla. ¿Limitar, restringir, prohibir... En qué lado del debate se posiciona?
– Yo aquí me fío de los avanzados, que son los nórdicos. Estos se han dado cuenta de que los niños no avanzaban en la escritura de la misma manera desde que tenían las pantallas. Cuando uno mira aquí, hay colegios donde los niños lo hacen todo con pantalla. Eso es ridículo desde mi punto de vista. Creo que hay que enseñar a pasar hojas, a leer, a subrayar y a escribir, porque luego vas a tener que hacer esas cosas, aunque solo sea para escribir a tu abuela.
– ¿Entonces?
– Creo que hay que limitarlo primero por edad. No tiene sentido que los niños pequeños estén con el teléfono del padre o la madre en vez de jugar con los muñecos. Lo que pasa es que no les estamos protegiendo en el mundo virtual lo que se está protegiendo en el mundo real. Y yo vaticino que todo esto va a cambiar.
«Tras el Covid nos vino un tsunami y nos ha enseñado que el aislamiento social no es solo emocionalmente malo, también físicamente»
– ¿De veras?
– Los nórdicos han empezado a hacerlo. Y estoy seguro que en menos de dos o tres años colegios muy grandes de Donostia que no utilizan libros van a volver a ellos. ¿Algún trabajo de ordenador? Pues no digo que no, pero muy poquito.
– ¿Qué consecuencias tiene una adicción a la pantalla?
– Lo que está ocurriendo es que no se relacionan. La relación que tienen son muchas relaciones virtuales que no tienen nada que ver con las relaciones reales. La conclusión de todo esto es que están más solos que nunca. El último disparate que he visto es dos jóvenes en Anoeta, sentado uno al lado del otro, y comentando la jugada cada uno con su móvil. Esta situación de aislamiento ha llevado a que el suicidio de los jóvenes sea la causa número uno de muerte en España.
– Está especializado en trastornos del espectro autista. ¿Cuál es la situación actual en Gipuzkoa?
– Afecta al 1% de la población en Gipuzkoa. Eso es un montón de gente. Y ahí está Gautena, donde sigo de consultor de investigación. Ahí hacemos proyectos de investigación y tenemos planes muy importantes para construir en el País Vasco una estrategia del autismo para los tres territorios. Hemos conseguido que el futuro para las personas con autismo en Gipuzkoa sea fantástico. Empezamos en Gautena con 11-12 niños y ahora hay 1.400 personas apoyadas. Empezamos con 3, 4, 5, 6 trabajadores, y ahora hay 299.
«Recuerdo muchos casos de irse la familia y ponerme a llorar»
– ¿Qué va a hacer ahora que se jubila?
– Tengo la responsabilidad que me pongo yo de corresponder a lo que la sociedad me ha dado. A nivel local, voy a seguir como presidente del Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa y como consultor de investigación en Gautena, y apoyando a organizaciones internacionales en lo que pueda. También quiero aprender a jugar mejor al golf, que lo hago fatal. De manera que no creo que vaya a estar desocupado.Ni me va ni creo que es bueno.
– ¿Recuerda algún caso concreto que le haya marcado especialmente en estos años?
– Puedo recordar muchos momentos de dar un diagnóstico a una familia. Decirle que a su hijo le pasa algo, que tiene mal futuro... Dar esa noticia es duro porque sé que para esa familia es uno de los momentos clave de su vida. Recuerdo perfectamente muchos casos de irse la familia de la consulta y ponernos nosotros a llorar. Momentos así son los más duros de esta profesión, pero me imagino que es así con todos los médicos. Yo lo explico con sinceridad, pero sin asustar. Como me gustaría que me lo dijeran a mí.
– ¿Qué cualidades tiene que tener un buen psiquiatra?
– Lo primero es tener buen corazón, una buena actitud con las personas. De comprensión, de empatía, de querer ayudar... El otro principio es que te tiene que interesar la persona por dentro. Entender a la gente y entender los cambios. Y tercero, te tienen que interesar los aspectos médicos, la medicina, lo biológico... En definitiva, lo biopsicosocial.
– Ha recibido un sinfín de reconocimientos a lo largo de su trayectoria. ¿Cuál ha sido el más especial?
– Todos ellos, en momentos diferentes, te dan una satisfacción muy importante. Quizá el más importante sea el George Tajan de la Academia norteamericana, por ser la primera y única persona no americana hasta el momento al que se lo han concedido. Ese y el Tambor de Oro, que lo tengo en la entrada de casa. Pero insisto en que todos los premios tienen su importancia en cada momento.
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