«El chupete digital para que el niño no llore es un aprendizaje terrible»
Echeburua considera que es «una barbaridad» regalar teléfonos inteligentes a los menores cuando hacen la comunión
El psicólogo Enrique Echeburua destaca la importancia de los padres y de la escuelas a la hora de educar a los jóvenes en el buen uso de las nuevas tecnologías. «Hay padres que hacen un mal uso del móvil
porque lo utilizan cuando no deben hacerlo», afirma. Por ejemplo, «en los momentos en común, cuando están comiendo con la familia, en lugar de ser un rato para charlar, está cada uno pendiente de su móvil. Si los jóvenes ven esa mala utilización en sus padres, lo van a imitar».
Otro momento delicado al que se refiere Echeburua es la costumbre de algunos padres de dejar el móvil a niños de dos o tres años «como forma de controlar un berrinche o una situación de lloro porque eso les anestesia». Es el llamado chupete digital, que tiene efectos calmantes inmediatos en el niño pero que les está perjudicando. «Cuando se utiliza algo no por el efecto gratificante que tiene sino para evitar el malestar que provoca el lloro, eso supone un aprendizaje terrible porque el niño va a a interiorizar que los padres soportan mal su llanto y de alguna manera intuyen que es la forma de acceder al uso de la pantalla».
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Según la Asociación Pediátrica Americana, los niños de cero a dos años no deberían ver ningún tipo de pantalla. A partir de los tres años y hasta los nueve, podrían ver la pantalla de forma controlada con un tiempo determinado y con la vigilancia de los padres para saber a qué contenidos acceden.
El acceso al primer teléfono inteligente es una cuestión controvertida con la que los especialistas no se ponen de acuerdo. «Es muy difícil marcar una edad adecuada», reconoce Echeburua. «Muchos padres han regalado a sus hijos un teléfono inteligente como regalo de comunión. Eso es una barbaridad porque supone dejar una herramienta extraordinariamente potente en manos de una persona que todavía no tiene madurez», afirma.
No existe una edad determinada. «Cuando más tarde, mejor», dice el catedrático de psicología de la UPV. «Me refiero a los teléfonos inteligentes, otra cosa es, lo que pasa que ellos lo desprecian, los del tipo Nokia de antes, que servían para llamar uy mandar mensajes. Eso si que puede ser útil», añade. Echeburua cree que los controles parentales en los móviles «es algo así como poner puertas al campo». «Son extraordinariamente limitados como para que ese menor no pueda controlar lo que ve cuando no están sus padres».
El momento de los grupos
Si hubiera que hablar de alguna edad, Echeburua sostiene que los catorce años pueden ser el momento para que «un adolescente que esté equilibrado acceda a un smartphone». Se trata de una edad en la que los menores «se empiezan a despegar de sus familias, empiezan a tener un grupo de amigos y sus necesidades de relacionarse comienzan a cambiar. Es entonces cuando entran en juego los grupos de WhatsApp».
Echeburua recuerda que las condiciones de uso de WhatsApp en Europa «exigen tener al menos 16 años para registrarse y utilizar el servicio, que es algo que no se cumple». No hay una regla de oro para decirle a un padre cuándo puede darle un teléfono inteligente a su hijo. «Es importante ver la madurez que tiene el menor y seguir una estrategia adecuada compartida por parte de los padres, porque el argumento de los adolescentes va a ser siempre que todos los de su clase ya tienen móvil. Una de las maneras de hacer frente a eso es ponerse de acuerdo los padres de los amigos y utilizar en lo posible una estrategia común para que sus hijos no puedan emplear ese tipo de argumento».