«Cuando miras el precio por kilo de los alimentos sin gluten te asustas»
Nora es celíaca, al igual que su hermano Gorka. «Hacer una compra para ellos es como alimentarles a base de bombones, más caros y menos sano», dice su padre Iker
El donostiarra Iker Vega y su mujer ya se han acostumbrado a gastar más que otros cada vez que hacen la compra. Tanto su ... hija Nora, de 17 años, como su hijo Gorka, de 15, son celíacos. Esto supone casi 2.000 euros extra en alimentación cada año, «porque además a esta edad ya comen cantidades grandes». Nora fue diagnosticada de celiaquía cuando tenía 3 años. A pesar de que todavía no lo sabían, tenía predisposición genética a desarrollar esta enfermedad autoinmune porque tanto su padre como su madre portaban el gen. «Nos cogió por sorpresa el diagnóstico», admite Iker, a quien hasta el momento esta enfermedad le resultaba bastante desconocida. Fue una pediatra quien les advirtió de que su hija podría ser celíaca. Con Gorka, al contrario que con Nora, se lo esperaron desde el primer momento. «Lo vimos venir ya cuando nació», dice su aita.
En este tiempo han «aprendido» a hacer una compra acorde a las necesidades de sus hijos, pero «los productos que ellos pueden comer casi siempre son más caros que los que llevan gluten. Se nota mucho en los alimentos más básicos, aunque sobre todo en los que son algo más especiales», explica Iker. Esto es, aunque «la pasta y las harinas cuesten más, cuando intentas llevarles algo rebozado o galletas con chocolate los precios se disparan». A fin de cuentas, a Iker le gusta que sus hijos «se sientan igual al resto y no diferentes aunque no puedan tomar gluten», si bien «cuando miras el precio por kilo en muchos casos te asustas».
Menos competencia
A fin de cuentas, resume Iker, hacer una compra sin gluten «es como alimentar a tus hijos a base de bombones. Son más caros y si lo comparas con otros productos, peores para la salud». ¿El motivo? Según este padre donostiarra, las marcas que trabajan elaborando alimentos sin gluten «no tienen que competir en calidad, porque no hay tanta competencia. Por eso no hacen el esfuerzo de mejorar los ingredientes de sus productos para que sean más saludables». Iker no le encuentra otra explicación. «Ya de por sí el coste de fabricación de estos productos es más elevado. Si usan una materia prima mejor, tienen que subir el precio todavía más».
Y no solo eso. «Comer fuera de casa para Nora y Gorka tampoco es sencillo». A pesar de que «en el supermercado cada vez es más fácil comprar alimentos sin gluten, en la hostelería todavía hay mucho que mejorar», reflexiona Iker. «Se han dado algunos pasos, pero en Donostia, comparado con otras ciudades, las opciones todavía son escasas. Además, hay restaurantes en los que a pesar de que el alimento de por sí no lleve gluten no lo pueden servir porque no cuidan la contaminación cruzada». De este modo, las opciones para Nora y Gorka son todavía «limitadas. Seguimos teniendo problemas para irnos a comer por ahí».
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