«Siempre dije que Alain iba a poder estudiar lo que quisiera»
Cuando era pequeño, Alain fue diagnosticado con TDAH y dislexia. Ahora cursa Bachillerato y sueña con ir a la Universidad. Su familia y su tutora fueron claves
Iñigo Fernández de Lucio
Domingo, 19 de octubre 2025, 12:48
Cuando tenía siete años, a Alain le diagnosticaron Trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y dislexia. Una combinación que hizo que algunos docentes aconsejaran a la familia que lo mejor era que repitiese curso. «Yo decía que no era así. Si tenía que repetir, que lo hiciera, pero él podía sacar el curso sin sufrir necesariamente», cuenta su madre, Ainhoa Irigoien. Y así fue.
Su hijo estudiaba entonces en el colegio público Zubileta, en Getxo, un centro referente para alumnado sordo. Ahora cursa el Bachillerato tecnológico en el instituto de Getxo, nunca ha repetido y sueña con estudiar «alguna ingeniería» en la Universidad. «Nosotros le dijimos que siempre le íbamos a apoyar en lo que quiera hacer», dice, orgullosa, su madre. Su caso es claro ejemplo de que, con los apoyos necesarios, la colaboración entre el centro educativo y los padres y un importante esfuerzo personal de la familia y el menor, los alumnos pueden desarrollar su máximo potencial.
Cuando tenía siete años, a Alain le diagnosticaron Trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y dislexia. Una combinación que hizo que algunos docentes aconsejaran a la familia que lo mejor era que repitiese curso. «Yo decía que no era así. Si tenía que repetir, que lo hiciera, pero él podía sacar el curso sin sufrir necesariamente», cuenta su madre, Ainhoa Irigoien. Y así fue.
Su hijo estudiaba entonces en el colegio público Zubileta, en Getxo, un centro referente para alumnado sordo. Ahora cursa el Bachillerato tecnológico en el instituto de Getxo, nunca ha repetido y sueña con estudiar «alguna ingeniería» en la Universidad. «Nosotros le dijimos que siempre le íbamos a apoyar en lo que quiera hacer», dice, orgullosa, su madre. Su caso es claro ejemplo de que, con los apoyos necesarios, la colaboración entre el centro educativo y los padres y un importante esfuerzo personal de la familia y el menor, los alumnos pueden desarrollar su máximo potencial.
En el desarrollo académico del menor fue clave el papel de Enara López de Munain, su tutora en un momento crucial, 5º y 6º de Primaria, los cursos anteriores a dar el salto al instituto. «Alain era un niño muy movido pero con muchas inquietudes y ganas de aprender», explica esta profesora. «Había que buscar la forma de engancharle a las clases». El primer paso fue tratar de «conocer» mejor al alumno. Y ahí fue crucial conocer también a la familia y establecer un canal de comunicación fluido. «Me dieron muchas pistas. Por ejemplo, me contaban lo que aprendían en una asociación a la que acudían y así compartíamos estrategias», señala la educadora. Otro ejemplo. «Alain estaba medicado y la actitud de estos niños cambia mucho si se toman la pastilla o no». «La familia me avisaba si un día, por cualquier motivo, no la tomaba, para que yo estuviese preparada», apunta. Esa coordinación es «fundamental», aunque confiesa que le gustaría contar con más horas semanales para atender a las familias.
Ese trabajo paciente fue dando sus frutos. Alumno y docente desarrollaron cierta complicidad. «Conseguimos que Alain identificase los momentos en los que no controlaba sus movimientos por su hiperactividad y que estaba siendo incómodo para la clase. Le mandaba al baño para que se diese un paseo y soltara esa tensión», explica. Otra forma para relajarle era darle una pelota antiestrés.
«Enara tenía otra mirada», resume Ainhoa. Han pasado seis años, incluido el paso al instituto que «siempre es complicado». «Pero hay profesores con quienes los chavales se sienten apoyados», afirma. Así fue en su caso, aunque también la familia realizó «un gran esfuerzo» personal y económico acudiendo a centros especializados y asociaciones.