250 profesores denunciaron ante Educación acoso y agresiones de alumnos el curso pasado
Educadores relatan las dificultades para lidiar con estudiantes conflictivos: «Necesitamos que los padres sean aliados»
Los casos destapados esta semana por este periódico en Plentzia y Santurtzi de profesores que han denunciado a la Ertzaintza el acoso de sus alumnos ... han puesto sobre la mesa el delicado asunto de la convivencia en los colegios. Una situación agravada por la presencia de teléfonos móviles en las escuelas, que, como en el caso de Santurtzi –donde un docente fue fotografiado y después ridiculizado–, son el instrumento para agredir a los educadores y difundirlo a los cuatro vientos. «Cualquier conducta que atente contra los derechos de un docente o a su labor educativa es inaceptable», censuró la consejera de Educación, Begoña Pedrosa.
El curso pasado su departamento recibió 267 denuncias de profesores que habían sido agredidos física o verbalmente por alumnos, familias o compañeros de trabajo. La inmensa mayoría, 250, fueron agresiones de estudiantes, según los datos que la consejería trasladó a los sindicatos en una reunión a finales de octubre y que ha hecho públicos Interinok Taldea. El curso escolar tiene 175 jornadas lectivas, por lo que Educación recibió bastante más de una queja diaria.
«Cualquier conducta que atente contra los derechos de un docente o a su labor educativa es inaceptable»
Begoña Pedrosa
Consejera de Educación
«Lo que se conoce es la punta del iceberg. De todos es sabido que hay muchas bajas por ansiedad y profesores que toman medicación para entrar en el aula», expone el psicólogo Ernesto Gutiérrez-Crespo, que ha ejercido como docente y orientador durante varias décadas y ahora imparte clase en el máster de acceso al profesorado en la Universidad de Deusto. «Es un problema social. Hablamos mucho de la salud mental de los alumnos pero no tanto de la de los profesores, y también debería ser una prioridad», añade.
«Los colegios tienen estructuras para abordar casos de bullying entre alumnos, pero no tanto el acoso a profesores»
Ernesto Gutiérrez-Crespo
Psicólogo y orientador
Cualquier conversación con un educador sobre este tema deriva en incontables anécdotas. Compañeras a las que les rayaron el coche por poner mala nota a un alumno; otro al que amenazaron con una navaja; profesores que tienen que aguantar que les llamen «hijo de puta»; estudiantes que se encaran con un docente; una profesora a la que encerraron en un armario; otra a la que esta misma semana le han lanzado una bola de plastilina en clase de Plástica cuando se dio la vuelta; alumnos que se coordinan para «boicotear» una clase... La lista es infinita. Algunos profesionales han llegado a cambiar de centro.
Las fuentes consultadas huyen de alarmismos, porque es una realidad que siempre ha existido, pero sí creen que hay varios factores que explican el momento actual: la repercusión que alcanza la burla a los docentes por las redes sociales; la «falta de prestigio social» de su profesión, y lo que algunos consideran una «merma de la autoridad» de los docentes.
«Si le sacas la cara a tu hijo frente a un profesor y en realidad tenía algo de responsabilidad, le estás perjudicando»
Carlos Urio
Jefe de estudios en Alazne
Carlos Urio, jefe de estudios y orientador en el colegio concertado Alazne (Cruces), es de esta opinión. Y apunta a un elemento clave: el papel de los padres. Asegura que «todos los meses» reciben correos «incendiarios» o visitas airadas de familias que vienen diciendo «mi hijo me ha dicho... Pero no saben lo que ha pasado en realidad». Lo más normal es que tras una conversación las aguas vuelvan a su cauce, pero no siempre es así. Y, en cualquier caso, «el mal rato que se ha llevado ese profesor no se lo quita nadie». «Si cada conflicto que tiene tu hijo se lo resuelves tú, no va a aprender. Si le sacas la cara y en realidad tenía algo de responsabilidad, le estás perjudicando», abunda. «Puede ser que a veces un profesor se equivoque y castigue a quien no ha sido, pero son muy pocas. Nadie echa de clase a un alumno que está callado», continúa Urio. «No somos policías».
El caso de la docente del instituto de Plentzia acosada durante años en su domicilio ha calado hondo en la comunidad educativa. «Esos chavales tenían que pensar que no les iba a pasar nada», opina Urio. Y esta es otra de las claves, la expectativa de impunidad. «Cuando un alumno la lía en el colegio, el castigo es demorado y asumible, como quedarse sin recreo. Lo que tiene que pasar es que sientan que si hacen algo mal va a tener consecuencias en casa. Tienen que entender que sus actos tienen consecuencias», insiste Urio.
«Necesitamos que los padres sean aliados, pero no siempre sucede. Incluso si pillas a sus hijos con las manos en la masa, sólo te lo admiten si has hecho bien el papeleo. Parece que tenemos que ser abogados también», lamenta la jefa de estudios de un instituto público de Bilbao. «Sólo vemos los derechos de los críos, pero ¿no tienen derechos los profesores?», se cuestiona. «Los chavales conocen nuestras virtudes y debilidades y saben a quién pueden pueden vacilar. Te pueden hacer polvo», abunda la educadora, que señala 3º de ESO como el curso «clave».
«Como profesor, tienes que tener estrategias personales y profesionales para poder enfrentarlo porque, si no, lo vas a pasar mal», continúa Gutiérrez-Crespo. «El profesor tiene que darse cuenta de que tiene que liderar la clase y gestionar conflictos y no puedes ser ni muy autoritario ni muy condescendiente».
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A juicio del experto, uno de los problemas es que muchos docentes de ESO y Bachillerato no cuentan con la suficiente formación pedagógica. Es habitual que haya profesores que son ingenieros, arquitectos, filólogos... Perfiles profesionales que sólo han estudiado el máster de Secundaria, de un curso de duración y donde las prácticas apenas duran mes y medio. «Lo ideal es que estén al menos seis meses aprendiendo el oficio, observando cómo los profesores veteranos afrontan ciertas situaciones o tratan con alumnos disruptivos», dice. Por eso, ve con buenos ojos la propuesta de extender a dos años la duración del máster. Y más si se tiene en cuenta que una práctica habitual en muchos centros, explica, es que los grupos más complicados se los asignan a los nuevos o a los interinos.
«Las primeras semanas son clave», considera este educador. «Es conveniente que los alumnos vean que el profesor entra a clase con confianza, tiene claras las cosas, explica bien las pautas de evaluación y las normas básicas de convivencia y hace cumplir las consecuencias. Los alumnos tienen que ver que eres coherente, porque la autoridad no se impone. Si no, puedes entrar en una espiral en la que pierdes el control. Dar clase a grupos complicados puede hacer que cuestiones tu propia valía». Por eso, en esas situaciones, recomienda a los docentes «formarse continuamente» y pedir consejo a los más veteranos. «Los colegios tienen estructuras para abordar casos de bullying entre alumnos, pero no tanto el acoso a profesores», señala.
El papel de los móviles
La docencia es una profesión en la que el fenómeno del 'burnout' está al orden del día. «Aguantamos cosas que a los chavales no se les ocurriría hacerle a un adulto por la calle. Y lo hacemos porque creemos que van a ir a mejor, todos sabemos que los adolescentes tienen malas rachas», explica Urio, el orientador de Alazne. Por eso, «la mayor satisfacción para un profesor es cuando un exalumno con el que tuviste problemas vuelve al colegio y te da la mano».
La irrupción de los teléfonos móviles ha añadido complejidad al fenómeno. La jefa de estudios del colegio público de Bilbao explica que, desde que endurecieron la normativa contra los dispositivos, la situación ha mejorado. Ahora, si pillan a un alumno le expulsan un día a casa. Si reincide, la expulsión puede ser de entre 3 y 20 días. «El problema es que tienes que pillarles, y no siempre es fácil. Lo que ha pasado en Santurtzi –donde unos chavales sacaron fotos a un profesor y difundieron memes– es muy habitual. El año pasado tuvimos varios casos». Son situaciones «muy complicadas, no tengo la solución», admite. Esta docente lamenta, por otro lado, que Educación renunciara el año pasado a establecer una normativa común para todos los centros sobre los móviles. «Cada uno nos hemos tenido que buscar la vida. Tengo muy claro que los móviles tienen que estar prohibidos en los colegios, pero es complicado impedir a un alumno que lo traiga», asevera.
Las opiniones de estos docentes no son una mera percepción. Están respaldadas por datos. Según el informe PISA, elaborado por la OCDE, el clima de trabajo en las aulas vascas es el peor del país. El 28% de los alumnos vascos de 15 años afirmaron que hay «ruido y desorden» en «la mayoría» de las clases. El 27% confesó que se distrae con los dispositivos digitales y el 25% dijo que las clases empiezan tarde porque el profesor tiene que poner orden. En todos los casos fueron las proporciones más altas de España.
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