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JAVIER MARTÍNEZ
Martes, 1 de noviembre 2016, 22:29
El reloj marca las 23.36 horas del miércoles. La mayoría de los vecinos de Chella se encuentran en sus casas. Nada hacía presagiar entonces que el tranquilo pueblo iba a ser noticia por un terrible crimen. Las calles están desiertas a esa hora de la noche. El cadáver de Vanessa Ferrer se encuentra dentro de una casa en el número 48 de la calle Sant Antón. Rubén Mañó Simón acaba de matar a la menor, según confesó ante la Guardia Civil, tras consumir entre dos o tres gramos de cocaína, marihuana y alcohol. El joven de 21 años está muy nervioso y sudado. Quiere deshacerse del cuerpo lo antes posible. Necesita un vehículo para trasladar el cuerpo. La vivienda de sus padres tiene garaje. Si actúa con rapidez puede que nadie descubra la muerte violenta.
En menos de una hora, concretamente entre las 22.43 y las 23.29 horas, Rubén envía hasta 72 mensajes de WhatsApp a su amigo Luis Llop, de 19 años, para pedirle que le deje el coche. En ninguno de ellos le dice el motivo pero insiste con emoticonos e interjeciones en que es urgente y «no es para nada malo». Tras contestarle varias veces que no puede ir, Luis cede y acude con su Suzuki a la puerta del garaje de la viviendam informa este martes Las Provincias
«Rubén estaba muy nervioso y sudado. Le pregunté para qué quería el coche y me dijo que lo necesitaba para follar con su exnovia», afirma el joven, que no entró en el garaje. Mientras el homicida introducía el cadáver de Vanessa en el maletero del vehículo, Luis esperaba en la calle sin saber lo que estaba haciendo su amigo.
«Luego salió y me dijo que lo esperara en casa porque iba a tardar muy poco», explica el joven. «Yo no vi nada raro. No sabía que había matado a Vanessa. Rubén era mi amigo. ¿Cómo iba a pensar eso?», añade. El homicida tardó unos 20 minutos en regresar, el tiempo que empleó para trasladar y arrojar el cadáver a la sima. Después, Rubén se quedó en su casa y Luis se marchó con su vehículo. El joven comenzó a sospechar de su amigo cuando hallaron el cadáver de la menor. Además, algunos quinceañeros del pueblo empezaron a difundir mensajes de WhatsApp sobre la implicación de Rubén y otros jóvenes.
«Ella se enfadó por algo y la sujeté muy fuerte»
«Cuando vi que la cosa se estaba liando llamé a la Guardia Civil para contarles lo del coche. Fui a la casa de Vanessa y le enseñé a su madre los mensajes. No tengo nada que ocultar porque no tengo nada que ver con el crimen», sostiene Luis. El Grupo de Homicidios de la Guardia Civil de Valencia tomó declaración al joven en dos ocasiones, el viernes por la tarde y ayer al mediodía, y da credibilidad a su testimonio. Luis no puso ningún impedimento cuando un guardia civil le pidió una muestra de ADN para probar su inocencia.
Horas después, el único detenido por el crimen de la menor, Rubén Mañó, volvió a declarar ante la Guardia Civil tras ser asistido por un abogado de oficio. El homicida confesó que Vanessa murió en sus manos pero dio vagas explicaciones sobre cómo la mató. Rubén masculló frases ambiguas como «ella se enfadó por algo y la sujeté muy fuerte», y también aseguró que mantuvo relaciones sexuales consentidas, aunque los investigadores sospechan que la agredió sexualmente.
La declaración del joven duró cerca de dos horas. El homicida se mostró arrepentido y lloró varias veces mientras trataba de explicar lo inexplicable. Las lagunas mentales que presentaba, según Rubén, se debían a la gran cantidad de cocaína que consumió el miércoles. El joven manifestó que tomó entre dos o tres gramos de esta droga, aunque no lo recordaba bien, además de marihuana y alcohol.
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