Los excesos de confianza se pagan caro

El lanzamiento con tintes chulescos tuvo el peor desenlace posible, porque además de no lograr ampliar el marcador sirvió para que el Albacete vengara la afrenta en una segunda mitad que pudo costar aún más que el segundo puesto al que los armeros tuvieron que renunciar debido al empate.

Y eso que el Eibar estaba sobre aviso, ya que los tropiezos sufridos por aspirantes de renombre como Huesca, Sporting, Espanyol y Levante eran el mejor recordatorio posible de que aquí nadie regala nada, y menos un rival que huye de la quema. Por eso mismo, el once de gala que tantos éxitos está reportando a Joseba Etxeberria quiso cumplir con la orden expresa de resolver la papeleta lo antes posible.

Dicho y hecho. Aunque el Albacete fue el primero en acercarse con peligro hacia un Luca Zidane que no está para bromas, los armeros dejaron patente que el dulce momento que atraviesan no se debe a la suerte ni a la casualidad, sino a la calidad que atesoran jugadores como Aketxe, que cuando el cronómetro apenas había rebasado los diez primeros minutos sacó su zurda a pasear para colar un pase filtrado que Mario Soriano cruzó con gran pericia ajustado al palo largo para adelantar a cuadro azulgrana con el segundo tanto que marca el mediapunta madrileño.

Todo un golpe de efecto que activó un rodillo ofensivo que si no se llevó por delante al equipo manchego fue porque su guardameta y capitán Bernabé Barragán echó mano de su escudo protector para evitar primero que Matheus le colara un zapatazo desde la frontal del área, y para frustrar después en dos ocasiones a un Bautista deseoso de prolongar la gran racha anotadora que ha enganchado en las últimas jornadas.

Pero su intervención más determinante fue el penalti que le detuvo a Stoichkov, aunque para ser rigurosos el gaditano se lo puso muy fácil, porque su Panenka fue como para echarse a llorar.

Y no solo por lo mal que le salió, sino porque permitió que el Albacete se agarrara con fuerza al hilo de vida que le dejó el Eibar y resurgiera con una inusitada fuerza en la segunda mitad, en la que tras varias paradas salvadoras de Luca Zidane, Agus Medina certificó los temores que padecía la grada de Ipurua con un misil que entró por la escuadra.

Y aún pudo ser peor, porque mientras que el Eibar no encontró revulsivo alguno con sus cambios, la salida de Quiles estuvo cerca de provocar una tragedia.