Oyarzabal, vitamina para la Real y kriptonita para el Athletic
reaparición ·
La jerarquía del capitán, de vuelta tras seis partidos de baja, decisiva para el triunfo en San Mamésjorge sainz
San Sebastián
Jueves, 31 de diciembre 2020, 16:52
Es la bandera de esta Real. Y además, es kriptonita para el Athletic, por lo que su vuelta precisamente en San Mamés, tras seis ... partidos de baja por lesión, no ha podido ser más oportuna. Mikel Oyarzabal, el diez txuri-urdin, volvía a portar la ikurriña en el brazalete y no ha defraudado. Ha hecho fácil lo difícil, ha dado al equipo un salto de calidad en un momento delicado, y ha ayudado atrás. La gasolina le ha aguantado 67 minutos, suficientes para darle al equipo la vitamina que le faltaba. Solo falta ya el picante que pone David Silva para que el cóctel vuelva a ser el rey de la barra.
El de Eibar ha salido al campo y efectuado el protocolario saludo de árbitros y capitanes junto a Iker Muniain, a quien ha saludado afectuosamente pese a que la última vez que se vieron las caras, en el derbi de Anoeta del ya lejano 9 de febrero, el navarro fue expulsado por una dura entrada por detrás al realista, aunque luego se disculparía. Oyarzabal parecía despistado tras más de un mes de ausencia y se iba sin hacer la foto de rigor con el cuarteto arbitral. O quizás es que ya tenía entre ceja y ceja su primera gran fechoría de la tarde. Y es que al cuarto minuto, tras una buena presión de Gorosabel y Guridi, otro que reapareció con nota, con apoyo en Isak, Oyarzabal ha puesto desde la derecha con su zurda un bombón que Portu no ha desaprovechado. De los últimos seis goles al Athletic, Oyarzabal ha estado en cinco en el ajo. Cuatro anotándolos él y otro, el de hoy, con asistencia.
Su presencia intimida al Athletic, que hizo en su día lo imposible por ficharle. Ha chutado un balón peligroso en el minuto 14, se ha movido por las dos bandas, se ha tirado al suelo en la barrera para dificultar una falta del rival y ha metido un par de buenos y venenosos centros al área desde el costado derecho en el que se ha movido.
Desesperados, los defensas del Athletic solo han podido pararlo a golpes, como hizo Unai Núñez al cuarto de hora de la reanudación en un encontronazo que dejó al de Eibar algo noqueado. En el minuto 67, dejaba su sitio a Merquelanz, que cumplió con un buen trabajo, aunque le ha faltado en el descuento algo de la pillería de Oyarzabal para sujetar más el balón. El capitán todavía no está a su mejor nivel pero está claro que con él en el campo la vida se ve de otra manera.
Su partido, por ejemplo, ha contrastado con el de Iñaki Williams, el jugador que debe enarbolar la bandera del Athletic, amigo del eibartarra y al que se le suelen dar bien los derbis vascos. Williams había declarado la víspera que estaba muy motivado y pidió a su equipo una «presión asfixiante arriba». Pero a la hora de la verdad, ni lo uno ni lo otro. La ausencia de público penaliza mucho al equipo local.
Williams ha sido una sombra de sí mismo y tuvo, sorprendentemente, muy poca influencia en el juego pese a que su velocidad siempre es inquietante. De momento, Oyarzabal sigue sacándole ventaja, aunque quedan muchos duelos entre ambos. El delantero rojiblanco fue sustituido, de hecho, en el 56.
Al eibartarra solo le faltó su golito de penalti, esa suerte que se le da tan bien y que ensayaba en la Sub-21 con Unai Simón, ayer meta del Athletic y con el que se ha fundido en un sentido abrazo al final de choque.
Un Guridi oxigenador
Otra novedad del partido ha sido la vuelta de Jon Guridi, que ha cuajado un notable encuentro. Ha jugado en la posición de David Silva pero aportando otras cosas. No tiene el pase ni visión de juego del canario, lógicamente, pero el de Azpeitia da un poso físico al centro del campo, no exento de calidad, que agradece el exprimido Merino. Ha robado y presionado con criterio, como en el gol, y es sorprendente que aguantara hasta el final. En esos últimos minutos el cansancio le ha hecho adoptar alguna mala decisión con el balón que no ha pasado a mayores.
Remiro, vuelta plácida
Otro foco del partido era Alex Remiro, en su vuelta a San Mamés tras irse del Athletic para fichar por la Real. El de Cascante seguro que no esperaba una vuelta tan plácida. Sin público que le pitase y sin grandes ocasiones de los vizcaínos que le obligasen a trabajar más de la cuenta.
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