... y el Olímpico bajó el pulgar
El navarro tuvo en sus botas la ocasión del empate, no la materializó y el estadio romano dictó sentencia: condenados al 2-0
No se puede conquistar Roma si se huele la sangre del adversario y no se culmina la gesta atravesándole el corazón. Merino no acertó a ... clavar la espada en el león que coleteaba enrabietado sobre la arena por su incapacidad para comerse a la presa. No lo hizo en la décima de segundo que le concedió la bestia, a la que tuvo sometida bajo su poderosa armadura en el minuto 82 cuando recibió aquel magistral pase bombeado de Brais. No lo hizo y el fútbol de élite, el que se estila en unos octavos de final de Europa League, puso el pulgar hacia abajo. Castigado. La máxima era irremediable. Si perdonas, lo pagas. Máxime en el Olímpico. Cuatro minutos después, llegaba la sentencia de muerte del partido y, tal vez, de la eliminatoria.
Tiene el navarro todos los atributos para ser el general de este equipo. De hecho, ha dirigido ya varias conquistas. Pero la de Roma exigía aniquilar sin piedad. Ser gladiador en la capital del imperio requiere ese instinto asesino que le faltó ayer. Llegó hasta la zona de remate, a tiempo, bien orientado, haciendo la lectura correcta de la jugada... Todo bien. Menos el remate. A escasos centímetros del palo largo, cuando el cuero caía a su pierna buena, golpeó con la espinilla. El balón se marchó fuera, la fiera pudo ponerse en pie y el resto es lo más parecido a la crónica de una derrota en el circo romano. Entre matar o morir, la Real fue condenada a lo segundo.
Merino maniobró en la banda contraria a la que ocupa de forma habitual y tuvo que esforzarse para encontrar su mejor perfil y dar continuidad al juego
Para llegar con vida a ese punto, Merino y sus compañeros tuvieron que luchar duro. No se le puede negar al '8' realista tenacidad en la defensa, capacidad analítica y reflexiva en el juego, desde luego dignidad y firmeza, paciencia por momentos, esperanza, seguridad y coraje. Volvió a ejercer de general, exponiéndose a los duelos más críticos y teniendo la frialdad para mover el balón hacia el capitán cuando convenía, hacia el mago si era preferible.
Legión de zurdos
Y eso que no vistió su armazón habitual. Obligado por las circunstancias del once titular, actuó escorado a la derecha. Giró constantemente sobre su propio eje para buscar el mejor pase, a menudo hacia otro compañero que rehuía de igual modo el uso de la derecha. Kubo, Sorloth, Silva... Luego Oyarzabal y Brais... Mandan los zurdos en su legión. Alguien tenía que equilibrar la balanza y ahí se ofreció el general al pie de los hambrientos félidos carnívoros enviados por el emperador Mourinho.
80% pases
Con todo, logró zafarse de semejante persecución hasta llegar, con ese instinto superviviente de competidor insaciable, al momento y el lugar en el que el destino le concedió la oportunidad de hacer historia. No se olvidará de la asistencia de Brais. Ni del Olímpico. Ni del 2-0 posterior. Ni de la pesada condena. Pasó de la posible gloria, a la despiadada derrota. El pulgar hacia abajo.
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