El presente del mañana

El éxito de la actual Real forjada tras el ascenso de 2010 ha consistido en tener un plan a medio y largo plazo, sin que ello significase descuidar el presente. Si no habría sido imposible subir a Primera, clasificarse ocho veces para Europa, jugar la Champions dos veces y ganar la Copa. Digo esto porque últimamente he escuchado más de una vez que «a mí el futuro me da igual» en referencia a la juventud de la plantilla y su irregularidad.

Convendría recordar que el futuro es el presente del mañana y que para disfrutar de un buen presente hoy ha habido que acertar en las decisiones del pasado. Llevamos seis años viviendo días de vino y rosas porque en su momento se sembró bien. Las decisiones del pasado son las que nos han traído hasta aquí. Y muchas de ellas, discutidas en su momento. En 2019, cuando se apostó por abrir paso a un chaval del Sanse llamado Le Normand y sacar a Navas y Héctor Moreno, se decía que la Real no tenía centrales y que había que traer a Mario Hermoso, Jeison Murillo o Cabrera. Hoy, ha dejado 35 millones en caja después de ofrecer cinco temporadas a un gran nivel.

Un año después, y viendo la irrupción de Zubimendi, se decidió retrasar a Zubeldia y traspasar a Llorente por 21 millones. También generó controversia porque la opinión general es que el azkoitiarra no era central, un debate que el tiempo se encargó de cerrar. La apuesta de Oyarzabal tampoco fue sencilla. El 30 de diciembre de 2015 se habían lesionado de gravedad Canales y Agirretxe en el Bernabéu y la demanda de fichajes en enero era abrumadora. La Real, no solo tomó la decisión de no fichar, sino que sacó a Chory Castro al Málaga para despejar el camino al eibarrés con 19 años. Hoy es el capitán y el buque insignia del club, como le definió Aperribay. Incluso la contratación de Kubo en 2022 fue puesta en entredicho por traer a un jugador que no había rascado bola en el Villarreal ni en el Getafe. Decisiones que requerían de tiempo y cuyos réditos han sido muy superiores al peaje que hubo que pagar por ellas.

En el fútbol es imposible acertar siempre. Apuestas como las de Moyes o Garitano no salieron bien, así como fichajes como los de Sagnan, Carlos Fernández, Sadiq o Cho, por citar algunos ejemplos. Dos de ellos con rotura de cruzado de por medio. Tampoco anduvimos listos para retener a Yuri o Sorloth en su momento. Pero la clave para haber firmado una época dorada ha estado en que los aciertos han multiplicado a los errores. Y eso no tiene por qué cambiar.

La Real de esta temporada es un equipo en construcción. No por capricho, sino porque en apenas año y medio ha perdido a buena parte de su columna vertebral como Le Normand, Merino, Silva y Sorloth. Del once que ganó la Copa en 2021 solo quedan Remiro, Zubeldia, Zubimendi y Oyarzabal, y sin embargo las expectativas son mayores que entonces por todo lo conseguido en los últimos años.

En verano llegaron siete jugadores de una media de 21 años que tienen todo un libro por escribir: Aramburu, Jon Martín, Javi López, Sucic, Sergio Gómez, Marín y Óskarsson, al que se le añade Zakharyan el año anterior. Turrientes tiene 22 años y Kubo, Barrenetxea y Pacheco, 23. No se trata de tener jóvenes por tener, más bien de apostar por su talento porque generar valor es la única vía de igualarse a otros clubes de mayor potencial económico. Si en las dos últimas temporadas la Real quedó primera de grupo por delante del United y el Inter no fue por su inversión en fichajes, sino por construir un equipo y un modelo de juego.

Ahora sigue el mismo camino, el que siempre le ha dado buenos frutos, aunque ello no garantice que se le vaya a ganar mañana a Osasuna. Pensar solo en el presente ya saben a qué nos condujo. Hagan memoria.