Messi / López Ufarte
Dicen que los récords están para batirlos y los títulos son para la eternidad
Dicen que los récords están para batirlos y los títulos son para la eternidad. Sin embargo, déjenme que reconozca que el sábado cuando el ... Barcelona superó la legendaria hazaña de la Real Sociedad de los años 80, sintiera un rayo de nostalgia.
No era para menos. 38 años han transcurrido. Una gesta que en aquel momento lo vivimos sin chulería. Fue a la 'guipuzcoana', muy natural. 38 partidos seguidos sin perder... «pues muy bien, ahora a por el título». Y a seguir trabajando hasta obtener el premio. Made in Gipuzkoa.
Aquel récord, aquella época, donde la Real Sociedad malacostumbró a los adolescentes con su juego precioso y sus victorias, rompía con lo que habíamos escuchado en casa. Que si la Real era un equipo ascensor, que había una maldición, que imposible morder a los grandes... Bla, bla, bla. Nosotros veíamos en el viejo Atocha un equipo espléndido, a unos chavales de casa maravillar, a unos jugadores que podían jugar en cualquier equipo multimillonario. Y cuando jugaban lejos de Donostia, la voz del añorado Josean Alcorta en Radio Popular nos acercaba el orgullo de cómo nuestro club era aplaudido en casi todos los campos de la Liga. Eran los tiempos en los que acudíamos a algún bar para recoger la 'Goleada' y poder leer los resultados, cerciorarnos que los blanquiazules seguían en lo más alto de la clasificación. Y hasta por la noche nos gustaba escuchar esa voz pausada y potente de Iñaki Izaguirre en la 'Popu'. Ni nos sonaba la palabra internet, claro. La tinta y las ondas era nuestra navegación ochentera para conocer la información.
Ahora el Barça se ha llevado por delante ese castillo gigante de 38 partidos. Nadie creyó entonces que duraría 38 años, lo que engrandece aún más ese hito realista. Fue un equipo formado aquí con ese once que todos conocían, incluso los que no entendían de fútbol: Arconada, Celayeta, Gajate, Kortabarria, Olaizola; Diego, Alonso, Zamora; Idigoras, Satrustegui y López Ufarte. Hubo otros como Gaztelu de 'antes', y otros que llegarían como Gorriz, Larrañaga, Bakero...
Ahora me doy cuenta de la fortuna que tuve por disfrutar de aquella época. De compartir el aroma a fruta y verdura del entrañable Atocha, de escuchar desde esa grada de detrás de la portería el grito de Arconada; el zapatazo de Gajate; el trote de Alonso; el sprint de Idigoras; el violín de Zamora; el zig zag de López Ufarte; y el cabezazo de Satrus. Y de ver, que no escuchar, a Alberto Ormaechea, porque él no gritaba, susurraba, corregía, pero no gritaba, al menos de puertas para fuera.
38 partidos de récord. Más dos títulos de Liga. Una Copa. Supercopa. Y eso sin fichajes y con la humildad como bandera.
El Barcelona de este siglo es uno de los mejores equipos de todos los tiempos. Pero ni el poderoso bloque a las órdenes de Guardiola pudo con esta plusmarca guipuzcoana. Ha tenido que ser en su fase descendente cuando se lo ha llevado a su libro. Y con Messi, el número uno jugador de la historia haciendo magia en ese partido contra el Sevilla -siempre Sevilla- hace un par de semanas cuando solo faltaban unos minutos para que la vieja Real mantuviera un año más su dorado recuerdo. No fue así. Messi se cargó un récord donde nuestro Messi blanquiazul era Roberto López Ufarte (y quien lo dude que repase la recopilación de videos que realizó su padre con goles y jugadores del petit diable):
Sin embargo, mi generación vivió momentos tan felices como los que viven los seguidores de Barça o Madrid. O quizás más porque llegaban de ese equipo «que nunca sería nada» según los fatalistas. Pero llegó su gloria con títulos que perdurarán, y con un récord que a pesar de haber sido ya batido, también perdurará en la memoria y en los libros de gestas.
Más de mil millones de euros en fichajes ha gastado el Barcelona para formar esa miniselección mundial durante una década. La Real Sociedad solo necesitó tirar de una generación de jugadores generosos y personas entrañables. Futbolistas que entrenaban en un colegio y en un hipódromo. Prototipos de la lapidaria frase de Xabi Prieto: No queríamos ser futbolistas, queríamos ser jugadores de la Real. Y nosotros como aficionados podemos decir que «No queríamos apoyar a un equipo siempre campeón; queríamos animar a la Real».
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