La final de las mascarillas
Toda una vida esperando un día como el del 18 de abril de 2020 para que al final llegue una pandemia y eche por tierra ... todos los planes. Un año después, aquí seguimos. Algunos nuevos aficionados han llegado al mundo durante este tiempo y otros muchos se han ido por culpa del dichoso virus. Esto parece no tener fin. Como un partido de la Real con el marcador a favor, pero con un hombre menos. Y aún queda media hora larga por delante por jugar.
Sinceramente, me es difícil ponerme en el lugar de los aficionados del Barcelona o el Real Madrid, que ven a su equipo disputar, y ganar, finales de todo tipo sin caer en la excitación apasionada los meses previos. Será el primer partido de semejante calibre para varias generaciones huérfanas de trofeos. Hasta que Sandra Ramajo no levantó aquella Copa al cielo de Granada en 2019, mi cabeza no había imaginado nunca a un jugador, o jugadora, con la camiseta txuri-urdin recibiendo un galardón de manos de un rey o una reina. Desde entonces soy consciente de que este 3 de abril puede volver a producirse.
Si la Real ha perdido los dos últimos encuentros ha sido por decisión propia. No porque el Granada o el Barcelona fueran mejores. Pocos equipos practican el fútbol de los de Imanol, pero conviene no mostrarse como un cuadro intratable semanas antes del duelo. El favoritismo que lo soporte mejor siempre el otro. Lo sabe el Athletic que prefiere no pasar del empate ante el Eibar, por si acaso.
Se acerca la final de las mascarillas en la que la Real buscará salir como vencedora, pero también como el campeón de Copa más efímero de la historia de la competición. El posible cetro tan solo le duraría dos semanas. Esa desdicha tan solo es propia de nuestra Real, por eso creo que la copa ya lleva grabado nuestro nombre. Además, habrá que celebrarlo sin grandes alardes debido a las restricciones sanitarias. Dicho de otra forma, de una manera muy guipuzcoana.
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