Una fiesta con pizzas y cervezas
La tarde, que comenzó con nervios a medida que iban llegando noticias de otros campos, finalizó con una gran celebración en el autobús de vuelta
aitor ansa
Domingo, 23 de mayo 2021
El abrazo de Labaka a Imanol segundos antes de que Figueroa Vázquez decretase el final del encuentro manifestaba en claro lo que había costado la segunda clasificación europea de manera consecutiva para la Real. No hay dos sin tres reza el dicho y con sufrimiento certificó el conjunto txuri-urdin su presencia en la Europa League el curso que viene, casi con un 'deja vu' de lo que había ocurrido hace un año en el Wanda Metropolitano y hace unas temporadas en Balaídos con el cabezazo de Juanmi Jiménez en el último minuto frente al Celta de Vigo.
Ya lo había avisado Jagoba Arrasate en la previa, Osasuna iba a competir hasta el último día. Y vaya sí lo hizo. Por darle no le dio ni agua. Al remozado estadio rojillo, que será una olla a presión cuando la afición vuelva a poder entrar a los campos, ojalá el próximo curso, no le hizo justicia un terreno de juego más propio de clubes no profesionales que impidió a los realistas desplegar el fútbol de salón que habituan. La encerrona se originó incluso antes de que el trencilla sevillano diese comienzo al choque con un chispazo de agua que apenas llegó a los tres minutos y que tuvo su continuación en el intermedio con otro par de manguerazos que a la postre se vio que no fueron suficientes.
Sea como fuere, el tanto de Isak en el 86 puso la rúbrica a un temporadón que terminó en amago de infarto para muchos realzales por las noticias que llegaban a El Sadar desde otros campos, reflejados en los videomarcadores del estadio. Imanol desde la banda pedía calma a los suyos mientras se comenzaban a ver los primeros amagos de celebración en la bancada visitante. «Dos minutos, dos minutos», gritaba el técnico oriotarra. Fue entonces cuando se escuchó cantar otro gol proveniente de la grada, donde varios miembros del staff técnico, el analista Beñat Labaien y Ion Ansotegi, presenciaron el encuentro. El Real Madrid, que iba perdiendo en casa frente al Villarreal, le había dado la vuelta al partido. La comunicación llegó inmediatamente a los banquillos. A la Real ya no se le podía escapar el quinto puesto que certificaba el billete para la Europa League.
Con el silbato final, el banquillo explotó de júbilo, todos se abrazaron de alegría, Guridi hizo lo propio con Le Normand y Aritz, y Luis Llopis inmortalizó el momento con un selfie que quedará ya para el recuerdo. El remozado estadio fue el escenario de una celebración que tuvo su continuidad en los vestuarios, con gritos y cánticos que se pudieron escuchar desde los aledaños de El Sadar.
Enseguida llegaron las provisiones, porque una fiesta no es nada sin bebida ni comida. Dos coches se encargaron de hacer llegar al autobús de la Real varias cajas con suministros en su interior mientras los jugadores salían de los vestuarios. Unos víveres que comprendían, entre otras cosas, una treintena de pizzas, cervezas de todo tipo y refrigerios varios. Un suministro merecido para alguien que se acaba de clasificar para Europa.
Un centenar de aficionados y curiosos, tanto de Real como de Osasuna, se acercaron para despedir a la expedición txuri-urdin de regreso a la capital guipuzcoana. El desfile de jugadores lo encabezaron los lesionados Luca Sangalli y Aihen Muñoz, que fueron aclamados por los realzales en su camino desde el estadio hasta las escalinatas de subida al autobús. Les siguió siguió Barrenetxea, Roberto López y Álex Remiro, que se acercó a la valla donde se encontraban los aficionados para sacarse alguna fotografía. Ante la insistencia por parte de su aita, una niña incluso de llevó de recuerdo una camiseta del guardameta firmada.
Zubimendi, atento al Sanse
La retahíla de jugadores continuó con Moyá, Portu, Carlos Fernández y Martín Zubimendi, que no se despegó ni un momento del teléfono móvil. El centrocampista donostiarra, titular ayer en el once de Imanol, estaba siguiendo desde su 'smartphone' las peripecias de los que hasta hace poco habían sido sus compañeros del Sanse, jugando en ese mismo instante la final por el ascenso a Segunda División frente al Algeciras en Almendralejo. «No se puede sufrir tanto», le interpelaba un aficionado txuri-udin al mismo tiempo le extendía una zamarra blanquiazul para que se la firmase.
La comitiva realista la encabezó el presidente de la Real, Jokin Aperribay, que también salió a saludar a la hinchada portando en una de sus manos, al igual que varios de los jugadores, una camiseta de color verde conmemorativa de la clasificación continental que pocos minutos atrás había certificado el equipo sobre el terreno de juego y que ponía la rúbrica a una temporada de matrícula de honor para el primer equipo. La música comenzó a sonar dentro del bus, se abrieron las latas de cerveza y la celebración se prolongó mientras la Real abandonaba El Sadar.
Los jugadores arrancan hoy las vacaciones tras una última comida
Los jugadores de la Real arrancan hoy sus días de descanso tras esta eterna temporada. Técnicos, jugadores y consejeros se reunirán hoy en torno a una mesa para despedir la que ha sido una de las temporadas más fructíferas de la historia con la consecución del tercer título y el pase europeo para la próxima campaña. La de hoy será la despedida de algunos jugadores. Moyá es fácil que haya puesto fin a su etapa en la Real porque acaba contrato y por el momento el club no ha mostrado interés en renovarle. Está por ver el futuro de otros como Januzaj.