Tenía que decidirlo el capitán, Mikel Oyarzabal
Le lesión de Sorloth solo le permite calentar durante dos minutos, pero sale, marca de penalti, se besa el escudo y desata la locura en un Anoeta rendido a sus pies
Hay personas que nacen para marcar una época y Mikel Oyarzabal es una de ellas. Tiene solo 25 años, sí, pero lo que es capaz ... de transmitir no se puede describir con palabras. Lo suyo va mucho más allá de lo puramente futbolístico. Es una eminencia en la Real y pase lo que pase siempre se le ovacionará. Aunque no sé si tanto como cuando ayer saltó a calentar en el minuto dos de la segunda parte tras la lesión repentina de Sorloth.
Pilló a todos de sopetón, porque aunque se esperaba que en un momento u otro acabara saltando al verde para disfrutar del derbi, quizá era demasiado pronto, pero su carrera desde el banquillo hacia la zona de calentamiento fue tal, que el rugido de la afición txuri-urdin todavía retumba en los aledaños del Reale Arena. Así da gusto. Se pegó un sprint a la altura del gran profesional que es, realizó cuatro ejercicios rápidos para estirar los músculos y a jugar.
Con el brazalete, claro. Porque lo primero que hizo Aritz una vez conocida la entrada al campo del eibartarra fue acercarse a dárselo. A partir de ahí, el resto ya es historia. Y lo es porque han tenido que pasar casi diez meses para volver a verle marcando un gol. El último tuvo lugar el 5 de marzo del año pasado en la derrota por 4-1 en el Santiago Bernabéu. Doce días más tarde, durante un entrenamiento, el '10' se rompería la rodilla.
Su mapa de calor
Partió desde la misma posición que Sorloth en la punta del 4-4-2, y aunque la mayoría de su juego se dio por el costado izquierdo, se movió por toda la zona alta.
Eso ya es pasado, aunque vista su euforia y emoción desatada durante la celebración, es posible que a Oyarzabal le viniera esa imagen mientras se besaba el escudo con un estadio rendido a sus pies. Era una liberación, porque suponía dejar atrás todas las pesadillas vividas y demostrar que ha vuelto con el mismo talento y, sobre todo, mismo espíritu que antes de lesionarse. Para llegar a obtener el premio el capitán realista tuvo que esperar unos minutos, concretamente los que necesitó el colegiado Cuadra Fernández para dictaminar la pena máxima.
Mikel, como de costumbre, asumió la responsabilidad y, sin temblarle el pulso, se dispuso a hacer su tan reconocida carrera hasta el balón para terminar engañando a Unai Simón, que se tiró a su izquierda mientras la trayectoria del disparo cogía el sentido contrario. Explosión de alegría, 3-1 y derbi decidido.
Un ejemplo a seguir
Lo primero que le salió fue besarse el escudo; lo segundo, abrazarse con sus compañeros. Ahora bien, casi lo más emocionante vino después cuando se acercó a médicos y fisioterapeutas del club, a esos que durante nueve meses no han parado de mimarle, arroparle, ayudarle y tratarle para que su regreso haya sido una maravilla. Tocaba seguir jugando. Y vaya si lo hizo. Porque en la siguiente acción dejó a Brais en un mano a mano con Simón con un pase medido. En definitiva, llevará cuatro partidos disputados, pero Imanol ya es plenamente consciente de que su capitán está listo y preparado.
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