¡Corre, Forrest, corre!
El delantero sueco apenas pudo arrancar en dos galopadas, sometido a una agobiante falta de espacios, y la Real no supo aprovechar su velocidad
Le pasó ayer a Alexander Isak lo mismo que a Forrest Gump, que un día descubrió que podía huir de los muchachos que le ... hacían bullying, que podía librarse de los aparatos y correr más rápido que nadie. El sueco era sometido, como sus compañeros, al acoso bético en rincones cerrados. Se sentía encerrado. Se escapó dos veces en toda la primera parte de las zarpas que tenían atrapada a la Real y sus galopadas regaron de oxígeno las gradas del Reale Arena. La afición se levantaba y aplaudía la carrera, ágil, alegre, felina, liberadora –casi celestial en aquel infierno– del delantero como lo hacían los vecinos al paso del bueno de Forrest. Les daba la vida.
En el minuto 26 tuvo que bordar un control de pecho, orientado, para arrancar con metros por delante. El respetable ovacionó el emancipador sprint aunque la jugada no tuviera final feliz. En el 38 llegó la segunda y celebrada galopada. Por banda derecha y con el balón controlado en el pie, se adentró hasta el área forzando un córner que, por aquello de las diminutas magnitudes espacio temporales, no fue penalti.
Las carreras de Isak y Forrest guardan similitudes, físicas y afectivas, pero los planos de la oscarizada película eran abiertos. Proyectaban espacios de libertad. El protagonista tenía todo el campo que quisiera. El '19' realista, no. Piernas sí, las llevaba preparadas para activar su turbo, pero enjaulado en una maraña de futbolistas béticos, no pudieron dar rienta suelta a su velocidad. Espacios. Dichosos espacios.
Las dos veces que arrancó la moto, la grada estalló de alegría y el equipo sintió al aire de la libertad...
Llegó el descanso y dijo Imanol. ¡Corten! ¡Que alguien cambie el decorado! ¡Más aire! ¡Abrir distancias! ¡Espacios, espacios y espacios! Y así salió en la reanudación una Real volcada, chisposa, dinámica. Encontró huecos y allí, al segundo palo, llegó Isak, no para correr, sino para empujarla a gol. Pero Rui Silva hizo de malo y lo que podía ser una de héroes pasó a ser un drama.
Ya no habría más carreras al espacio por parte de un Isak que se acordaría de aquella ocasión el resto del partido. El Betis achicó más aún el campo y con el paso de los minutos se fue apagando la pólvora sueca hasta que en el minuto 57 terminó la película. Y la Copa.
Falló un gol cantado al inicio de la segunda parte que le pesó como una losa durante el resto del partido
Imanol le sustituyó en el 82 y camino al vestuario fue el único momento en el que pudo soltar de nuevo su zancada sin oposición. Se fue harto de tanto agobio rival. Como Forrest. Con ganas de correr más, y más, y más.
Hablarán de ello, seguro, en el vestuario. Es el mensaje para pasado mañana en Mestalla. Hay que decirlo. ¡Corre, Isak, corre! Y la historia tendrá final feliz.
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