El presidente en funciones, Pedro Sánchez, se enfrenta a su tercer intento de investidura después de que anoche el Rey le encargase de nuevo la ... formación de un gobierno. El líder socialista, que está sudando tinta tras haber erróneamente apostado por una repetición electoral tras la cita con las urnas de abril, va a desplegar todo el dispositivo de rondas y encuentros posibles para evitar un nuevo fracaso, que sería su tercero. Su objetivo es asegurar más 'síes' que 'noes' en un pleno de investidura que no tiene más remedio que retrasar ante la calculada frialdad mostrada por ERC en las negociaciones que los socialistas mantienen con los republicanos, que cuentan con trece escaños claves.
Sánchez compareció anoche sin los votos de ERC en el bolsillo y, en nueva exhibición de funambulismo, el presidente en funciones se ve obligado a arriesgar y a echar el resto para conseguir los votos suficientes para lograr formar un gobierno que se le resiste. El líder socialista se la juega al todo o nada en esta tercera oportunidad. Un nuevo fracaso en una investidura le comprometería peligrosamente su futuro al frente del PSOE.
Sánchez, envuelto en unas peligrosas urgencias para encontrar una aritmética que le dé la llave de un gobierno de coalición ya comprometido con Podemos, echa mano de su 'manual de resistencia', y personalmente hablará el lunes con Casado y Arrimadas, mientras que Adriana Lastra lo hará con el resto de los partidos, incluido EH Bildu y la formación de Puigdemont, que hasta ahora estaban proscritos. Resulta más que significativo que el presidente levante ahora el veto a Torra y se remangue para presionar a populares y liberales para sondear en persona un plan B ante una posible espantada de ERC. Casado baraja que Ciudadanos y Navarra Suma se puedan abstener para facilitar el gobierno de Sánchez, y evitar así que los secesionistas tengan en su mano el botón nuclear de la Moncloa. Más tensión no cabe.
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