El tándem Urkullu-Ortuzar afianza el ciclo pactista del PNV bajo la sombra del Covid
El Gobierno de coalición clarifica la legislatura y permite un horizonte de estabilidad a los jeltzales para retomar su proceso de renovación interna
Por primera vez desde el inicio de la Transición, y en el verano en el que cumple 125 años, el Covid ha ... obligado al PNV a suspender su tradicional movilización del Alderdi Eguna en las campas alavesas de Salburua y sustituirla, previsiblemente, por un acto más discreto y sobrio, con limitación de público.
A pesar del cambio de guion, la formación que lidera Andoni Ortuzar tiene hoy motivos para respirar tranquila, aunque sabe que asume una gran responsabilidad en una coyuntura muy delicada. La victoria electoral de Iñigo Urkullu -un escaño más por cada territorio, hasta alcanzar los 31- y el acuerdo de coalición con el PSE proporcionan un horizonte de estabilidad institucional que despeja el terreno de juego e, incluso, que le puede ayudar a explorar pactos con la oposición sin miedo a los enredos de los gobiernos que están en minoría. El reverso de la moneda no es sencillo: será una etapa convulsa, marcada por una inédita crisis económica, la reducción de los recursos públicos y el aumento de las necesidades sociales. El PNV se la juega en su coalición con los socialistas en el sensible territorio de la gestión, y tendrá que sortear el severo marcaje de una oposición sindical y política desde el minuto uno. La huelga en la enseñanza es una elocuente tarjeta de presentación de esa dinámica de desgaste frontal.
La clara victoria electoral de Urkullu consolida en el PNV la apuesta por el nacionalismo de bienestar
apuesta estratégica
Unidad interna. El PNV sabe que la unidad o la división internas son instrumentos claves para afrontar estos momentos difíciles. En su día vivió en carne propia el doloroso trauma de la escisión, que dio origen a EA, que debilitó su margen de maniobra y le forzó a tejer acuerdos de coalición con el PSE a partir de 1986. Los peneuvistas dan ya por completamente cerrada aquella herida porque sienten que han ganado esa batalla. En este contexto de cohesión, que Ortuzar ha logrado con habilidad con el sector más soberanista del partido, mayoritario en Gipuzkoa, el PNV afronta en los próximos meses el proceso de renovación interna aplazado por el Covid. El trasfondo viene pautado por el nuevo Gobierno Vasco con mayoría absoluta y una apuesta esencial por la 'reconstrucción'. También por el respaldo al Ejecutivo de coalición PSN-Geroa Bai- Unidas Podemos en Navarra. A finales de este septiembre se reanudará en los batzokis el proceso interno de elección de candidatos para la futura dirección. La asamblea general, prevista los días 12 y 13 de julio pasados, se celebrará previsiblemente antes de fin de año, en diciembre. El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, no ha descartado en las últimas semanas su disposición a afrontar un tercer mandato. Un escenario que, pone en manos de las bases del PNV. El complejo mecanismo interno en este partido establece que los futuros burukides del EBB sean votados en dos vueltas por las organizaciones municipales. Después, a los ocho miembros elegidos por la militancia se les incorporarán los cinco presidentes de las ejecutivas territoriales.
El debate sobre el futuro autogobierno marcará la segunda fase de la legislatura
autogobierno
El foco social. En cualquier caso, la presencia de Josu Erkoreka como número dos del Ejecutivo y responsable de la negociación de las transferencias y del Departamento de Seguridad, el papel de Olatz Garamendi, una negociadora nata, al frente de Gobernanza y Autogobierno, y la llegada de Jokin Bildarratz como nuevo consejero de Educación, refuerzan el ciclo del nacionalismo más posibilista y afianzan este registro pactista. Sobre todo en un escenario tan mediatizado por la situación económica y sanitaria y con el foco puesto por completo en las políticas sociales. En la nueva legislatura, Joseba Egibar seguirá como portavoz parlamentario. Está por despejarse aún si seguirá como portavoz en la ponencia de autogobierno de la Cámara. La decisión que se tome dará pistas al respecto.
Eje izquierda-derecha. La legislatura no será nada fácil. En eso coinciden todos. En el PNV se tiene la paulatina sensación de que el eje izquierda-derecha, alentado por Elkarrekin Podemos en la campaña electoral y, en ocasiones, por EH Bildu, se va a ver amortiguado tras su alianza con los socialistas. Una jugada de alcance porque los jeltzales intuyen que, a medio y largo plazo, la posibilidad de una entente entre las tres fuerzas de la izquierda vasca puede en algún momento cuajar y poner en peligro la hegemonía peneuvista. Sobre todo cuando por los estudios de prospectiva sociológica que se realizan, el PNV, al igual que todas las formaciones de corte más tradicional, siente de cerca el acelerado envejecimiento de la sociedad vasca y le cuesta cada vez más penetrar en los sectores del electorado joven donde EH Bildu se mueve con más comodidad.
El PNV prioriza el discurso socioeconómico pero no va a dejar a EH Bildu la bandera del abertzalismo
prioridades
Stop a la división. En cualquier caso, el tándem Urkullu-Ortuzar afianza el rumbo pragmático centrado en el 'nacionalismo de bienestar', un concepto sobre el que a finales de los años 90 reflexionó el alavés Juan María Ollora, uno de los teórico del escoramiento soberanista del partido en torno al ámbito vasco de decisión. Ahora bien, los jeltzales no quieren aventuras ahora y son conscientes de los riesgos que implicó la etapa de Juan José Ibarretxe. Es decir, la apuesta de Urkullu en su tercer, y puede que último, mandato pasa por evitar un choque de trenes en la ciudadanía. No obstante, esta pretensión no implica un cambio de rumbo ideológico en el PNV ni un decantamiento autonomista en su estrategia, ni una renuncia a reivindicaciones soberanistas o al derecho a decidir. Primero porque el PNV no quiere dejar a EH Bildu el monopolio del discurso de firmeza abertzale. Pero también porque entiende que el Estado debe realizar ya un movimiento de fondo hacia el diálogo político para abordar el problema territorial y resolver algunas cuestiones que quedaron pendientes desde el inicio de la Transición.
Las prioridades. El debate pendiente sigue girando alrededor del futuro marco del autogobierno aunque en este momento de la pandemia no resulte una prioridad. Los jeltzales no desactivan el guion del nuevo estatus de autogobierno pero consideran que la gestión urgente pasa ahora por la emergencia económica. Y ubican la discusión sobre el futuro del autogobierno en la ponencia parlamentaria, que es la que deberá retomar los trabajos de la última legislatura de cara a elaborar un nuevo proyecto de Estatuto. El PNV tiene claro que el primer objetivo es el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika, que pasa por culminar el calendario de transferencias pactado con el Gobierno de Pedro Sánchez. Y, después, que un nuevo Estatuto concite un amplio consenso según los procedimientos legales. Es decir, primero que el proyecto sea aprobado por mayoría absoluta en el Parlamento Vasco; después negociado en las Cortes y al final sancionado en un referéndum en Euskadi. El acuerdo de coalición no contempla la consulta habilitante que los jeltzales defendían en la ponencia.
«Bilateralidad efectiva». El deseo de Ortuzar es que la reforma del Estatuto concite un doble acuerdo: primero, un pacto en la familia abertzale, es decir, entre el PNV y EH Bildu. Pero también que este acuerdo sea transversal e implique al PSE y Elkarrekin Podemos como sensibilidades no nacionalistas. La parlamentaria guipuzcoana María Eugenia Arrizabalaga se pronunció ayer en Radio Euskadi a favor de «alumbrar un nuevo marco de relación del pueblo vasco con España en el que se agrande el poder competencial» de Euskadi «desde una perspectiva de bilateralidad efectiva». Una operación compleja para esos tiempos de política líquida, o gaseosa, en la que todos deberían dejar pelos en la gatera. Urkullu lo dejó claro en su último debate de investidura frente a la candidata de EH Bildu, Maddalen Iriarte: pactar no es renunciar. En enero, en la última apertura del txotx en una sidrería de Hernani, cuando la pandemia aún no había aterrizado entre nosotros, Ortuzar admitía que las cosas van ya a una velocidad de vértigo. En el fondo asoman los consejos de algunos históricos del PNV, que siempre hn ligado la suerte del nacionalismo vasco a la evolución del contexto español y europeo. Y a no perder algunos trenes que solo pasan una vez.
La 'realidad nacional' vasca o catalana como bandera de encuentro frente a la ruptura
El pacto vasco también emite señales en baja frecuencia hacia Cataluña, donde el soberanismo vive una disputa de recomposición de espacios. La escisión en el PDeCAT del movimiento que lidera Carles Puigdemont (JxCat) y el Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) introducen nuevas variables en el tablero. Un sector del soberanismo catalán pretende emular la vía negociadora del PNV y recuperar el antiguo gen convergente que el procés independentista se ha llevado por los aires. Tanto esos herederos de Jordi Pujol como ERC se enfrentan ahora frente al imaginario irredentista de Carles Puigdemont que, a pesar de apadrinar la «confrontación inteligente con el Estado» sostiene un discurso de ruptura, reacio a cualquier compromiso con el Estado «porque nunca va a desarrollar una iniciativa de negociación sobre el reconocimiento del derecho de autodeterminación» y porque «no se negocia con los autoritarios». El lastre emocional de los presos y los excargos públicos que se fueron al extranjero para no ser detenidos sigue siendo una hipoteca seria para un cambio de orientación.
El PNV, en cualquier caso, está en otra onda, la de la negociación con sentido político para explorar salidas democráticas en el marco de la Unión Europea. Los jeltzales apuestan por una actualización de los derechos históricos para modernizar el anclaje del autogobierno vasco en el ordenamiento jurídico. Pero, además, que la propia Constitución hable de «nacionalidades y regiones» le da pie a pensar que, con voluntad política, puede existir margen de maniobra para buscar a medio plazo un nuevo acuerdo de Estado que reconozca de manera explícita la «realidad nacional vasca o catalana» desde posiciones de reforma del actual marco, no desde la ruptura.
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