El discurso navideño del Rey, que contó en su escenografía con la imagen de la Donostia del siglo XVIII, volvió a tener su intríngulis. El ... monarca tuvo que armar un mensaje con la incógnita -que aún se mantiene- en torno a las negociaciones entabladas por el PSOE y ERC para posibilitar la investidura de Sánchez, y a la espera también en cualquier momento del escrito de la Abogacía del Estado sobre el caso Junqueras. A pesar de que la actualidad política sigue inmersa en una noria de incertidumbres, el Rey defendió que cualquier entendimiento político debe tejerse dentro de la legalidad. Sin embargo, esta reivindicación del marco constitucional sonó a un cierto aviso a los secesionistas para que cualquier acuerdo que engarcen con los socialistas se materialice en exclusiva con los mimbres que ofrece la Carta Magna. Al PNV no le gustaron las tesis de Felipe VI porque no se vio reflejado en ningún momento en el Estado que dibuja el monarca. Nada nuevo.
El Rey sí dejó bien claro su preocupación por el descrédito de las instituciones y por Cataluña. Esta última alusión un tanto evanescente -por su falta de concreción- gustó soprendentemente al Podemos de Pablo Iglesias, que ya se ve con un pie en la Moncloa y la valoración de los morados tuvo un marcado sabor a establishment. La metamorfosis morada hacia el pragmatismo parece un hecho.
Felipe VI, ante una situación política pendiente de hilvanes para cerrar una investidura posible, apeló a la unidad para evitar enfrentamientos que erosionan la convivencia, en clara alusión a la crisis catalana. A Torra no le tembló el pulso para mostrase igual de preocupado, pero con la deriva española. Un zasca en toda regla.
El Rey, que viene de terminar la octava ronda de partidos en cinco años y medio de su reinado -su padre cubrió diez en 39 años-, está a la espera de que se materialice la quinta investidura que tiene ante sí, después de que Sánchez fracasara en sus dos anteriores, Rajoy malograra una y superase otra y sin contar la moción de censura que tumbó hace año y medio al líder del PP. Todo un papelón para el monarca que vio ayer cómo su cuñado Urdangarin se paseaba por Vitoria en su primer permiso carcelario.
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