«Mi hermano Juan estaba a punto de acabar la 'mili' cuando ocurrió el atentado»
La Armada inaugurará el martes en Hondarribia una placa en memoria del cabo de marinería Juan Flores Villar, asesinado hace 41 años por los Comandos Autónomos Anticapitalistas
«Mi hermano murió agarrado a una colchoneta en el camarote de la patrullera de la Armada en la que hacía guardia junto a otro ... compañero. Se habían relevado el turno y al parecer Juan estaba descansando cuando explotó una bomba que hundió el barco. Estaba a punto de acabar la 'mili' cuando ocurrió el atentado». Francisco Flores Villar comparte por primera vez con este periódico los pocos datos que conoce del atentado terrorista que acabó con la vida de su hermano mayor, el cabo de marinería Juan Flores Villar, un joven catalán de tan solo 20 años. Fue asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas –escisión de ETA– el 14 de mayo de 1984 en aguas del Bidasoa. El otro ocupante de la patrullera, Antonio Martínez Abella, pudo lanzarse al agua y se salvó. La familia Flores nunca tuvo noticias de él. «Le he buscado por internet, me gustaría poder charlar con él algún día», asegura Francisco.
La Armada colocará este martes una placa en memoria de Juan Flores Villar en el muro del paseo de Hondarribia que se halla frente al lugar donde se hundió la patrullera en la que prestaba servicio, justo delante de la Ayudantía Naval del Bidasoa.
El acto de homenaje tendrá lugar a las 12 del mediodía y estará presidido por el comandante naval de San Sebastián, David Mínguez, con presencia de otras autoridades militares y también civiles, entre ellas una representación del Ayuntamiento de Hondarribia. Mínguez asegura que «será un orgullo para la Armada presidir el acto de homenaje, ya que nos permite seguir transmitiendo a los familiares del cabo Juan Flores, el mayor afecto y apoyo». De esta manera, mediante la colocación de la placa en el paseo del Bidasoa en Hondarribia «dispondremos de un elemento motivacional más para mantener su recuerdo vivo», expresa el comandante naval de Donostia.
Juan Flores Villar, natural de Barcelona, era el mayor de seis hermanos de una familia originaria de Córdoba. Trabajaba en hostelería y por las noches estudiaba banca. Hizo la instrucción del servicio militar en Cartagena y más tarde le destinaron a El Ferrol y a Hondarribia. Su madre, Carmen Villar, y tres de sus hermanos, Francisco, Marí Carmen y Jordi, viajarán mañana a Hondarribia para asistir el martes, día 21, a la inauguración de la placa. «Para mi familia es muy importante el homenaje. Por lo menos se acuerdan de mi hermano. Se ha estado demasiado tiempo en silencio y ahora el impulso de las asociaciones de víctimas ha ayudado a sacar a muchas personas del olvido», expresa agradecido el hermano del cabo de marinería asesinado.
Reconocimiento en Barcelona
Francisco rememora el estrecho vínculo que mantenía con Juan. «Nos llevábamos tres años. Donde iba él, iba yo. Era una persona muy querida en nuestro barrio». Desearía, sobre todo por su madre, «que es quien peor ha llevado este dolor y su ausencia», que su ciudad, Barcelona, tuviera también un gesto de reconocimiento. «Sería de justicia que le pusieran su nombre a una calle o, aunque sea, a una pequeña plaza», propone.
El atentado ocurrió a las tres y cuarto de la madrugada del 14 de mayo de hace 41 años, cuando Juan Flores Villar descansaba en el interior de la lancha de la Armada PVI-19 fondeada a menos de 50 metros de la orilla, en la desembocadura del río Bidasoa. El joven barcelonés quedó atrapado durante el hundimiento de la embarcación a consecuencia de la fuerte explosión del artefacto. Según explica Francisco Flores Villar, un submarinista tuvo que colocar la bomba, sin levantar sospechas, bajo la línea de flotación.
Cuatro décadas después, el caso de Juan Flores es uno los más de 300 asesinatos de ETA y de los CC AA que siguen sin esclarecerse. Las actuaciones judiciales se sobreseyeron provisionalmente y la familia de Juan Flores Villar nunca pudo saber quiénes fueron los autores de la colocación de la bomba de unos cinco kilos de dinamita. La autoría se la atribuyó un grupo autodenominado Gatazka en un comunicado redactado en euskera que envió a una emisora local y en el que denunciaba «la situación de represión en Euskadi» y se manifestaba en contra del servicio militar.
En aras al compromiso con la memoria, la Comandancia Naval de San Sebastián se propone colocar sendas placas para recordar al resto de miembros de la Armada víctimas mortales del terrorismo en Gipuzkoa, el sargento radio Rafael Melchor García, el marinero Juan Manuel Ibarzabal Duque y el alferez de navío Aureliano Rodríguez Arenas. En esta lista figura también el cocinero civil Ramón Díaz García, al que se recuerda con una placa en el lugar del atentado, en el barrio de Loiola de Donostia, a iniciativa de la Sociedad Loiolatarra a la que pertenecía.
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