La política vasca, que en los últimos meses ha estado viviendo en una especie de idílico oasis en contraposición con la alta tensión que ha ... padecido Cataluña tras la sentencia del procés, entra en un enrevesado laberinto por una cuestión identitaria que sobrevuela desde hace muchos años en el tablero político: el derecho a decidir. Esta reivindicación política que, según la última sentencia del Supremo del procés, no existe en ninguna constitución, ha tensionado a los partidos vascos en vísperas de que los expertos por ellos elegidos ultimen un articulado que sirva de armazón para que los partidos puedan consensuar una reforma estatutaria, después de 40 años de su aprobación y siendo la única comunidad que no ha conseguido reformarla. La cuestión identitaria, esgrimida por las formaciones abertzales, vuelve a separar a los partidos vascos. EH Bildu se va a la esquina con su propio articulado y muestra su decepción con el PNV, al que le acusa de divorciarse del purismo con el que ambos iniciaron el camino con el 'acuerdo de bases' inicial, que sí contenía el derecho a decidir sin ambages. El PP se va al otro rincón. Jeltzales, socialistas y podemitas, a través de sus expertos, han trenzado en este último año buena parte del articulado y ha sido en este punto identitario donde han surgido las inevitables divergencias. Desde el mismo momento en que la líder del PSE, Idoia Mendia, cerrase el paso en seco a cualquier postulado evanescente que pueda contener esa reclamación identitaria, el futuro del acuerdo final se antoja más que difícil, sobre todo cuando la gobernabilidad en España está en el alero, la cuestión catalana pende de otro hilo, y la legislatura vasca enfila a su final y las elecciones se asomarán con el nuevo año. Mientras, los expertos, que ya apuran sus votos particulares con todo tipo de alambiques retóricos para que las diferencias no sean tan traumáticas, intentan suavizar las diferencias. Pintan bastos.
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