El lehendakari Urkullu pronunció su último discurso institucional en Ajuria Enea y lo hizo con el tono discreto y moderado con el que habitualmente se ... ha manifestado en su trayectoria política. El lehendakari quiso que ese 'espíritu Urkullu' estuviera presente en su último mensaje navideño con el que ha jalonado la gestión de sus tres legislaturas. Eludió hablar de su relevo como candidato del PNV –decisión que sacudió el tablero político vasco– con unas escuetas y medidas palabras. «Lo sabéis bien... Será mi último mensaje de fin de año». Y esa fue la escueta alusión que hizo a su marcha. Nada más.
Urkullu reivindicó la gestión de su gobierno durante los últimos años, aunque bien es cierto que pasó de puntillas en los puntos negros –solo deslizó la palabra «errores»– en los que su gabinete se atragantó en más de una ocasión a la hora de afrontar las crisis de la pandemia y de las consecuencias económicas de la guerra. También prefirió regatear cualquier tipo de crítica a la oposición –véase a EH Bildu–, después de que en los últimos meses hubiese apretado el acelerador en sus reproches cuando aún no había trascendido que no iba repetir como candidato.
En el último mensaje del año el lehendakari puso en el escaparate el inconfundible 'librillo' con el que ha desplegado su trabajo al frente del Gobierno Vasco. Urkullu habló de «rigor, seriedad y responsabilidad», unos términos que machaconamente ha ido repitiendo para defender que la gestión del Gobierno Vasco tiene similitudes con las de cualquier hogar. Cuando en la política española la polarización y la crispación ha sido una lamentable constante –incluido el inadmisible apaleamiento del muñeco de Sánchez–, Urkullu siempre ha puesto tierra de por medio de esa agitada efervescencia y ha inoculado la moderación en la verbalización de su política.
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