Illa 'ficha' para su Govern a dos nacionalistas moderados y a dos cargos del gabinete Aragonès
El president pivota su núcleo duro en el PSC y sitúa a Miquel Sàmper, conseller con Torra, para Trabajo, y coloca a Espadaler, antiguo líder de Unió, en Justicia
Dicho y hecho. El president Illa había anunciado este sábado en su toma de posesión que iba a gobernar para todos los catalanes y ... ayer se anunció el 'fichaje' de dos nacionalistas moderados, como Miquel Sàmper y Ramón Espadaler, para dirigir dos carteras de su Govern. Esta transversalidad en el gabinete de Illa se refuerza con la incorporación como consellers de dos cargos de ERC que estaban en la primera línea de gabinete saliente de Aragonès.
Illa pivota la estructura vertebral de su nuevo ejecutivo en destacados dirigentes del PSC, pero también hace un claro guiño a la anunciada transversalidad al situar en su mesa de gobierno a consejeros de otras sensibilidades políticas, como es el caso de antiguos dirigentes de Junts y de CiU, así como cargos afines a Esquerra, como es el caso del nuevo conseller Xavier Vila, que hasta ahora dirigía la secretaría de Política Lingüística con Aragonès. La misma jugada la aplica Illa para nombrar a Sònia Hernández, responsable de Patrimonio Cultural con Aragonès como consejera de Cultura.
El president no ha dudado en introducir la impronta de un nacionalismo pragmático y posibilista al recuperar a Miquel Sàmper, exconsejero de Interior en el mandato de Quim Torra, como responsable de Trabajo y Empresa. Sàmper se borró de su partido meses atrás por la deriva a la que ha llevado Puigdemont a su formación. Ramón Espadaler, antiguo dirigente de Unió, y desde hace años socio del PSC con el partido Units per Avançar, será consejero de Justicia.
Asciende a dos miembros del gabinete saliente de ERC al frente de Cultura y Política Lingüística
La encargada de negociar el sistema de financiación singular será la consejera de Economía, Alicia Romero, mano derecha de Illa estos últimos años en el PSC. La cuestión de la financiación puede enfrentar a los socialistas catalanes con sus compañeros federales del PSOE, como ya ocurrió en el primer tripartito con la negociación del Estatuto. ERC estará como fiel aliado de los socialistas si ve avances reales en su proyecto de un Concierto económico catalán, que creen que podría estar listo en cinco años, es decir, todo el mandato del actual Govern y un poco más.
Illa se ha rodeado de su núcleo duro del PSC. Albert Dalmau, después de trabajar junto al alcalde Barcelona, será el nuevo consejero de la Presidencia. A sus 33 años, es la cara joven del Gobierno catalán y quien pilotará la interlocución con el Gobierno. Los comunes le criticaron ayer domingo, pues a su juicio pertenece al ala más conservadora del PSC, lo mismo que le achacan a Illa los independentistas.
La otra pieza clave del Ejecutivo es Núria Parlón, que hará tándem en la Consejería de Interior con el mayor José Lluís Trapero. Tienen como encargo poner en orden a los Mossos y evitar que pudiera repetirse un espectáculo como el que protagonizó Carles Puigdemont, que se burló de la Policía catalana durante tres días en Barcelona sin ser detenido.
El socialista Albert Dalmau, de 33 años, es la cara más joven en el nuevo Ejecutivo catalán
Una de las caras más visibles del nuevo Govern será la diputada del PSC por Girona Sílvia Paneque, que ejercerá como portavoz del Gobierno y tendrá el cargo de consejera de Territorio, Vivienda y Transición Ecológica, un área clave en la acción de gobierno de Illa tras su promesa de construir 55.000 pisos protegidos en la legislatura recién estrenada.
Puigdemont sigue siendo el elemento desestabilizador de la política catalana. Illa apuesta por normalizar Cataluña, pero cada vez que lo intente tendrá al expresidente de la Generalitat recordándole que va en serio cuando amenaza con volver a hacerlo. Lo del jueves fue un aviso de su capacidad. Eso sí, el independentismo ya no tiene mayoría absoluta e irá perdiendo fuerza a medida que se vaya aplicando la ley de amnistía. Con el agravante para sus intereses de que las relaciones entre ERC y Junts están rotas. Puigdemont con su burla a la Consejería de Interior de Aragonès dinamitó todos los puentes. El 11-S, que se celebra la Diada, puede ser hasta desagradable para los republicanos.
Piedra en el zapato
El regreso y fuga de Puigdemont fue una advertencia de que aún controla resortes importantes y de que hasta que no sea amnistiado será una piedra en el zapato de la normalización política. Muchos catalanes sintieron vergüenza por la 'performance' del líder nacionalista. Ni Illa ni el Gobierno le han criticado. Un episodio de esta magnitud es motivo más que suficiente para romper con Junts, pero los socialistas han evitado el ataque al dirigente soberanista, pues mantiene la llave de la gobernabilidad española.
Illa se ha presentado en sociedad como el presidente que quiere «unir» a los ocho millones de catalanes, tendió la mano a los postconvergentes en su discurso de investidura mientras su líder permanecía en paradero desconocido mofándose del Govern y de los Mossos y tras tomar posesión, con fidelidad al Rey y a la Constitución, lo cual fue toda una novedad.
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