Más Goyo que nunca

Observar la foto cuando Gregorio y su hermana Consuelo festejaban su primera comunión en el patio donde estaba el tendedero de ropa de la lavandería de sus padres o la carta de amor que le escribió Goyo a su entonces novia Ana son dos ejemplos de los centenares de objetos que proyectan en Miramar, y sin muchos esfuerzos, que ese espíritu de Ordóñez vuelva a planear en blanco y azul por su ciudad. Su inseparable maletín marrón, su móvil Ericsson y su cartera con la foto de Ana y de su hijo Javier, con pocos meses, son objetos que impresionan, sobrecogen y emocionan a quienes le conocimos de cerca. El ambiente que se recrea en la exposición en torno a la vida del concejal asesinado te hace pensar por momentos que Goyo está en cualquier esquina del palacio. Objetivo cumplido.

ETA eliminó con un tiro en la nuca a un adversario político que acariciaba la Alcaldía de San Sebastián, con el perverso silencio de quienes aún hoy en día no condenan con nitidez la historia macabra de la organización, pero no ha logrado que se evapore su legado. Su viuda, su hijo Javier, su hermana Consuelo y toda su familia han trabajado sin descanso para que la memoria de Goyo vuelva a uno de los lugares privilegiados de su ciudad.

Ese «algo hemos hecho mal para que el discurso de Gregorio aún sea válido» que clamó Iríbar en la presentación oficial retumbó en las paredes de Miramar a modo de repoche a la clase política. Y al mismó tiempo calificó de «indignidad» que los partidos negocien en la actualidad con EH Bildu por el pasado de Otegi, en clara alusión a los socialistas. Ana Iríbar volvió a hacer de Ordóñez y, una vez más, habló alto y claro.