La espiral del soberanismo
El Foco ·
Torra hizo ayer triste historia al ser el primer president en sentarse en el banquillo de los acusados en el ejercicio de su cargo. Su ... negativa a quitar en tiempo y forma los lazos amarillos que lucían en la fachada de la Generalitat, desafiando a la Junta Electoral con su admitida desobediencia, supone un nuevo choque de trenes que, un día sí y otro también, provoca el president en los últimos tiempos al ordenamiento jurídico establecido. Todo un pulso en toda regla a las leyes del Estado. Torra, que en los graves incidentes de las calles de Barcelona tras la sentencia del procés miraba para otro lado y lideraba sin pudor las marchas de protesta, repelió ayer la acusación en sede judicial al considerar que aquella orden de la Junta Electoral era «ilegal». Desde que Torra está al frente del Palau, la única estrategia que le vale es el 'cuanto peor mejor' que también patrocina desde Waterloo su antecesor Puigdemont, y que siguen a pies juntillas los antiguos convergentes que ahora militan en un JxCat despojado de aquel 'seny' que siempre lo atemperaba todo en España. Otros tiempos. Torra, que no sufre el más mínimo sonrojo político por acariciar por tercer año consecutivo unos presupuestos prorrogados, tampoco parace que le inquiete en exceso su más que probable inhabilitación, ya que buscará por todos los medios -recurso al Supremo incluido- evitar un adelanto electoral que le deje al albur de unos inciertos resultados. Torra y Puigdemont crecieron en las últimas generales y provocaron el desgaste de los republicanos, que últimamente coquetean con el posibilismo, pero no se atreven a desconectarse de las posiciones extremas de Torra-Puigdemont. Ambos quieren comprobar cuál es la decisión final de ERC, si posibilita con su abstención el Gobierno PSOE-Podemos o si se alinea con ellos para electrocutar el tercer intento de investidura de Sánchez. Aunque al final pueda haber más susto -abstención de PP o Cs- que muerte.
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