El desmarque protagonizado en diferentes versiones por destacados dirigentes que hasta hace bien poco apoyaban sin pestañear a Casado y Egea demuestra que el poder ... que ostentaban al frente del aparato orgánico era fingido, débil y plagado de cuentas pendientes. Resulta sorprendente que el inusitado órdago lanzado por Ayuso la pasada semana en la yugular de Casado -al margen de conocer las investigaciones fiscales de los contratos de su hermano- ha provocado toda una quiebra en el partido que ha promovido un levantamiento de los cuadros directivos que en pocas horas han castigado al ostracismo político a su líder y a su lugarteniente de un plumazo. Lo nunca visto.
Resulta indiscutible la fortaleza que ha exhibido Ayuso en este duelo cainita al cosechar de manera visible el apoyo de la militancia y, de forma colateral, la de los principales dirigentes del PP que no han dudado en arrinconar en pocos días a Casado y Egea para salir de una vertiginosa crisis. Había demasiadas heridas abiertas que seguían supurando entre los cuadros de mando y muchos errores sin rectificar, como el pacato resultado de Castilla y León, la falta de definición sobre la dependencia de Vox y el error de Casero al votar la reforma laboral -que hubiera tumbado a Sánchez- estaban en la recámara de muchos dirigentes con ganas de revancha.
Casado y Egea reventaron hace dos años el partido en Euskadi al imponer, en vísperas de las elecciones, una coalición con Ciudadanos que supuso la traumática dimisión de Alfonso Alonso, un destacado barón de talante centrista y moderado que abandonó al borde de las lágrimas la política activa. Casado recuperó a Iturgaiz, a quien antes había echado de las listas europeas, para salvar los muebles. El PP vasco, que se desangró por todos sus costados de aquella decisión, guarda ahora una prudente posición y defiende abiertamente la vía Feijóo. Una respuesta sin rencor.
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