Del CIS al cisco
En las encuestas, como en las entrevistas periodísticas, cuentan las preguntas y las respuestas. Pero lo más relevante, se supone, son las segundas; en el ... caso de la Prensa, malo cuando el protagonismo pasa del preguntado al preguntador, aunque las cuestiones que éste plantee, lo incisivas que resulten, tenga un peso esencial. Al CIS bajo la dirección de José Félix Tezanos le está ocurriendo lo mismo: malo cuando lo que trasciende no es tanto lo que opinan los encuestados como las preguntas que formula el encuestador. Tezanos lleva en el pecado la penitencia: el presidente Sánchez optó por un especialista que se sentaba en la ejecutiva del PSOE para llevar la manija del Centro de Investigaciones Sociológicas y el elegido se resistió a dejar sus funciones como secretario de Estudios y Programas de la cúpula socialista hasta que no le quedó otra que renunciar a ese puesto ante la escandalera que se organizó. Pero la mácula ya estaba impresa. Y en estos casi dos años al frente del CIS, la sospecha de parcialidad no solo no ha cedido, sino que se ha ido espesando barómetro a barómetro. Hoy se ha difundido el último, sobre la gestión del coronavirus y su impacto en la intención de voto. El mismo día en el que Sánchez insistía en el Congreso en exigir la adhesión acrítica de todos en este trance de hiel, eso que la ministra-portavoz, María Jesús Montero, ha definido como «el espíritu de arrimar el hombro». En este mismo día, el CIS ha vuelto a generar un cisco. No por lo que responden los españoles, sino por lo que se les pregunta. Y por cómo se les pregunta.
Al margen de lo previsible y obligado –cómo valoran los ciudadanos la ejecutoria del Gobierno en esta crisis-, Tezanos y su equipo deslizan al menos tres interrogantes que dejan la insidiosa impresión en el ambiente de capotazo forzado al 'mando único' que ha asumido el Gabinete de Sánchez bajo el paraguas del estado de alarma: la pregunta 8 interpela sobre si es mejor que el Gobierno central lidere esta crisis o que las decisiones las tomen las autonomías; la 12, sobre cómo lo «estaría haciendo» Pablo Casado si el máximo responsable del PP fuera hoy el presidente; y la 14, sobre si los partidos y líderes de la oposición «tienen que apoyar y colaborar con el Gobierno en todo lo posible, dejando sus críticas o discrepancias para otros momentos, o deben continuar criticando y oponiéndose al actual Gobierno en todo lo que consideren». Los rivales de Sánchez –y también los aliados que le han reprochado falta de cooperación- tienen motivos para echarse a temblar, porque el 87,8% de los sondeados cierra filas con el inquilino de la Moncloa; y ello a pesar de que casi la mitad de esos mismos encuestados –el 48%- está en desacuerdo con su gestión de la crisis, punto y medio más que los que se sienten confiados. Con todo, la pregunta que más polvareda ha suscitado es esta, la número 6: «¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?». El tenor del interrogante desemboca en una respuesta igualmente inquietante: el 66,7% de los entrevistados avala que se restrinja el flujo informativo a esas «fuentes oficiales», que no se sabe si serían solo las del 'mando único' o merecerían credibilidad las de otras instituciones que concurren en esta crisis.
El combate sanitario contra el coronavirus es tan urgente aún, tan perentorio, tan obligado, que está solapando el riesgo del deterioro institucional, del deterioro de la democracia misma en medio de la excepcionalidad. Un peligro que no solo reside en los escollos para labrar un gran pacto de Estado cuando menudean las desconfianzas, las rencillas y los pulsos ideológicos. En que un vicepresidente se salte la cuarentena y un expresidente incumpla el confinamiento. Acecha en la pérdida de peso del poder legislativo, del que representa la voluntad popular, frente al Ejecutivo erigido en 'mando único' y frente a los liderazgos autonómicos. Y se esconde también en resquicios como el acelerado desgaste que sufre la credibilidad de organismos de pretendida independencia como el CIS.
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