En 2020, Juan Carlos Ortega nos ofreció una parodia memorable. Un oyente, Jose Ramón, llamaba a su programa de radio para compartir cómo estaba viviendo ... el confinamiento. Ese oyente decía quedarse con la parte positiva, ¡muy positiva!, de la situación; en particular, celebraba el hecho de tener más tiempo para hablar con su mujer. Cuando Ortega preguntaba a Jose Ramón de qué hablaba con su mujer, respondía que de nada, que con ella no hablaba. Le gustaba saber –recalcaba– que si él quisiera, podría hablar con su mujer, pero no quería. «Yo con esa no hablo», explicaba. Algo así debe de sucederles a Pablo Iglesias e Irene Montero con la Educación Pública. La celebrarán, entre otras razones, porque si ellos quisieran, podrían matricular allí a sus hijos. Potencialmente. Podrían. Y eso es bonito. Lo que pasa es que como señalaba el oyente Jose Ramón, de poder hacer ciertas cosas a hacerlas, hay un trecho.
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