Preguntas y respuestas
Si no abordamos la aventura de convivir con más preguntas que respuestas estaremos muertos para la innovación. Una aventura llena de oportunidades que atrapar, de espacios que conquistar y de posibilidades para crecer
La imaginación se alimenta de la aventura de las preguntas, así como la modelización se basa en la búsqueda de las respuestas. Pero cualquier proceso ... innovador necesita del compromiso claro, como personas y como organizaciones, con la aventura de las preguntas. Tener respuestas como fruto de nuestras preguntas es fundamental, pero el proceso de transformación lo alimentan las nuevas preguntas. Por eso, toda persona u organización que aspira a ser innovadora debería aprender a convivir con más preguntas que respuestas, y a disfrutar con ello.
El profesor Jorge Wagensberg, en uno de sus acertados aforismos, señalaba que «cambiar de respuesta es evolución y cambiar de pregunta es revolución». De ahí la importancia de las preguntas. Aunque todo es relativo, podríamos coincidir en que un proceso de transformación tiene un cierto contenido revolucionario, por lo que implica un cambio de pregunta. Esto se percibe claramente cuando vemos una transformación tecnológica o social de gran envergadura, como fue el caso de la revolución de la sociedad de la información. Sin embargo, cuando las rupturas son más pequeñas la nueva pregunta puede ser más difícil de percibir, pero seguro que está ahí. Lo fundamental es asumir que la capacidad de preguntarnos por las cosas, de cambiar de perspectiva al abordarlas, es el mejor camino para innovar. Dice Kevin Kelly que una buena pregunta vale por un millón de buenas respuestas.
Sin querer quitar importancia, ni mucho menos, a la capacidad de cambiar de respuestas y evolucionar, coincidiremos en que el potencial innovador se encuentra sobre todo en buscar nuevas preguntas. Eso sí, para responderlas. De ahí que también aquí tengamos un combate permanente entre la evolución y la revolución, entre la búsqueda de nuevas preguntas y la búsqueda de nuevas respuestas. Lejos de ser procesos contradictorios encierran un verdadero universo de complementariedad. Ser capaces de evolucionar y de revolucionar es un buen desafío para las personas y las organizaciones.
Percibir lo que nos rodea
Las nuevas preguntas surgen del entorno, de una naturaleza que nos brinda constantemente verdaderos yacimientos de preguntas en busca de respuestas. Preguntas que están a la espera y que solo aflorarán si estimulamos la imaginación, si somos capaces de percibir lo que nos rodea y sentirnos interpelados. Preguntas que surgen del diálogo con el entorno, pero que necesitan del diálogo permanente con uno mismo y con los demás. Preguntas que no surgirán si nos rodeamos de un espacio de comodidad en el que todas las preguntas aparecen como respondidas. Por eso resulta fundamental activar los espacios de la conversación, en donde surgen las preguntas y se cuestionan las respuestas. Hay muchos tipos de conversación. Por ejemplo, necesitamos conversar con el entorno que nos rodea –espacio del estímulo– para dejarnos sorprender; necesitamos conversar con otros –espacio más típico de la conversación– para escuchar de verdad y activar la sugerencia; y necesitamos conversar con nosotros mismos –espacio de la reflexión–.
El reto del conocimiento no está en lo que ya sabemos, sino en la capacidad que tenemos de aprender
Esto de conversar y hacernos preguntas parece fácil y no lo es. Las personas y las organizaciones nos sentimos inseguras ante lo que no conocemos y, por eso, demandamos siempre las respuestas a todas nuestras preguntas. El problema surge cuando no queremos enfrentar nuevas preguntas porque nos asusta no saber las respuestas. Nos incomoda lo desconocido. Nos sentimos más cómodos sabiéndolo todo. Pero esto siempre es un espejismo, porque, de entrada, no sabemos las respuestas a todas las preguntas. Así, si no abordamos la aventura de convivir con más preguntas que respuestas estaremos muertos para la innovación. El escritor y poeta británico Joseph Rudyard Kipling decía: «Seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé. Sus nombres son cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué». No es mala receta para afrontar la aventura.
Una aventura que supone un ejercicio de humildad y de reconocimiento de nuestras limitaciones, y que, de alguna manera, nos expone ante los demás y nos pone en riesgo. Pero está llena de oportunidades que atrapar, de espacios que conquistar, de posibilidades para crecer y transformarte al tiempo que transformas la sociedad. No olvidemos nunca que el reto del conocimiento no está en lo que ya sabemos, sino en la capacidad que tenemos de preguntarnos por las cosas.
Esta aventura de las preguntas y las respuestas exige superar los miedos de afrontar nuevas oportunidades y también comprometerse con el trabajo sistemático, para facilitar el encuentro con las respuestas. Un trabajo que no es fácil porque muchas veces el mundo aparece tan completo, tan cerrado, tan «respondido», que no se atisba espacio para comenzar el ejercicio de preguntarnos. Cuando nos encontremos en esta situación no estaría de más recordar que esta es la aventura de la vida; la aventura de la innovación y el progreso.
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