Tuteo y usteo
En 1793, la República francesa decretó que «quienes usen el 'usted' en vez del 'tú' sean tratados como sospechosos y arrestados»
Leemos que en Francia solo 20.000 familias se tratan de usted. Un 'solo' que para nosotros es '¡aún!', dado que a este lado de ... los Pirineos que padres o hermanos se hablen en tercera persona nos parece excentricidad propia de aristócratas berlanguianos. Y eso que tiempo atrás conocimos aquí a yernos y a nueras que usteaban a sus suegros, e igualmente lo hacían no pocos nietos con sus abuelos y con todas las personas mayores. En centros de enseñanza, empresas e instituciones, salvo que presumieran de modernos, así como en los medios de comunicación, lo preceptivo era dirigirse a las personas con el pronombre de cortesía.
Curiosamente, Francia es uno de los países donde con mayor perennidad ha pervivido el 'vous' no solo entre las clases altas y medias, sino también en los ámbitos populares. Curioso, decimos, porque fue la primera nación del mundo que decretó el tuteo obligatorio entre sus ciudadanos. Sucedió en 1793, cuando un diputado radical propuso «que quienes usen el 'usted' en vez del 'tú' sean tratados como sospechosos y arrestados», obteniendo la aprobación de la asamblea revolucionaria.
En democracia y con el igualitarismo como valor ecuménico, el tuteo ha uniformizado el lenguaje y allanado las relaciones. Para una mayoría, superando gastados formalismos se favorece el acercamiento y la confianza. Pero aún queda una minoría resistente que ve en el usteo un signo de deferencia, de respetuosa distancia y de reconocimiento de jerarquías. Uno de estos era el escritor checo Milan Kundera quien puso en boca de uno de sus personajes una airada protesta contra el tuteo comunista: «Un mundo en el que toda la gente se tutea no es un mundo de amistad generalizada sino un mundo de falta de respeto generalizada».
No hace mucho, un peluquero latinoamericano reaccionó con sorpresa cuando le usteé: «Es la primera vez desde que vivo en España hace tres años». Le respondí que me parece lo correcto al dirigirse a una persona con la que no tengo cercanía. En su país también es así, me contestó, y es por ello que no acaba de acostumbrarse a nuestro trato desenfadado.
En este mismo periódico se publicó meses atrás la esquela de un hombre muy joven que se despedía con la frase «A mí, de Usted». Llamativo y simpático. Ello me recordó la última voluntad del siempre sofisticado Eugenio D'Ors quien deseaba morir en brazos de un amigo con el que, «aun conociéndose de toda la vida y queriéndose con toda el alma, no nos hubiésemos tuteado jamás». A mí, de usted. ¿Por qué no?
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