
Un sistema en transición
Los apagones no son síntoma de fracaso, pero sí una advertencia
Jon Andoni Barrena
Coordinador del grupo de investigación de redes eléctricas de Mondragon Unibertsitatea
Miércoles, 30 de abril 2025, 02:00
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Jon Andoni Barrena
Coordinador del grupo de investigación de redes eléctricas de Mondragon Unibertsitatea
Miércoles, 30 de abril 2025, 02:00
Los apagones generalizados, como el ocurrido el lunes, son episodios infrecuentes pero que generan preocupación ciudadana: ¿cómo puede fallar algo tan esencial como la electricidad? ... Lo cierto es que detrás de cada interruptor que funciona hay una infraestructura técnica extraordinariamente compleja que, en la actualidad, está afrontando una transformación sin precedentes.
El principio que rige el funcionamiento del sistema eléctrico es simple en teoría, pero exigente en la práctica: en cada instante, la potencia eléctrica generada debe ser exactamente igual a la consumida. No es una recomendación, sino una condición física obligatoria. A diferencia de otros sectores energéticos, como el gas o los combustibles líquidos, la electricidad no puede almacenarse de forma masiva, salvo ciertas excepciones y de forma muy limitada como las centrales de bombeo o los sistemas con baterías.
En España, esa tarea de mantener el equilibrio recae sobre Red Eléctrica de España (REE), que actúa como operador del sistema y gestor de la red de transporte. Desde sus centros de control, REE vigila el comportamiento del sistema y ajusta la generación a la demanda en tiempo real, asegurando la calidad y continuidad del suministro.
Decidir qué tecnologías deben generar en cada momento es un proceso que combina criterios económicos y técnicos. En el mercado mayorista diario, gestionado por OMIE, los productores ofertan su energía y se establece la programación horaria según el precio, dando prioridad a las fuentes más baratas, habitualmente renovables. Sin embargo, su disponibilidad está condicionada por el recurso: si hay mucho sol o viento —como en los días previos al apagón—, puede haber exceso de generación. En estos casos se deben aplicar restricciones: se desconectan temporalmente instalaciones solares, e incluso, de forma excepcional, se reduce la producción de centrales nucleares, que normalmente operan de forma continua.
Pero el resultado del mercado no basta por sí solo. Antes de aplicarlo, REE valida técnicamente la planificación: evalúa si hay congestiones en la red, si la generación prevista es suficientemente flexible y si puede mantenerse el equilibrio sin comprometer variables clave.
En la operación del sistema en tiempo real, REE hace un control exhaustivo para que el sistema se mantenga estable y una de las variables más críticas a vigilar es la frecuencia eléctrica, que debe mantenerse muy próxima a 50 Hz. Si la generación y la demanda no están equilibradas, la frecuencia sube o baja. Para corregir estas desviaciones se utilizan servicios de regulación: primaria (automática e inmediata), secundaria y terciaria. Sin embargo, si la desviación es muy rápida y los sistemas no alcanzan a reaccionar o la respuesta no es suficiente, la estabilidad del sistema puede comprometerse seriamente hasta el punto de perder el control de la red, con el consiguiente riesgo de un apagón generalizado como probablemente ocurrió el lunes.
En el momento del apagón, la generación renovable representaba aproximadamente el 70% del total, con una aportación mínima de tecnologías convencionales como los ciclos combinados o la nuclear. Esta elevada penetración renovable plantea retos técnicos adicionales: muchas fuentes renovables actuales están conectadas mediante electrónica de potencia y no aportan inercia al sistema, una propiedad que permite amortiguar las variaciones de frecuencia. Con centrales térmicas o nucleares desconectadas por baja demanda, la red operaba con un nivel de inercia reducido.
Aunque aún se desconoce la causa exacta del incidente —podría tratarse de la desconexión de una línea, la caída de un generador, un fallo en subestaciones u otro evento técnico—, todo apunta a que una inercia insuficiente limitó la capacidad del sistema para resistir la perturbación inicial, haciendo que la frecuencia cayese demasiado rápido para que la regulación primaria pudiera contenerla desencadenando el apagón.
Avanzar decididamente en la incorporación de tecnologías renovables es imprescindible. Sus beneficios son claros: reducen las emisiones de CO₂, disminuyen la dependencia energética del exterior, abaratan a medio plazo el coste de la electricidad y hacen más atractivo nuestro país para industrias electrointensivas. Pero esta transición no consiste solo en cambiar fuentes de generación: exige repensar cómo se opera y regula el sistema eléctrico. Necesitamos nuevas reglas de mercado que valoren, además del precio, la capacidad de aportar estabilidad y herramientas como el almacenamiento, la gestión activa de la demanda o el refuerzo de las interconexiones. Los apagones no son un síntoma de fracaso, pero sí una advertencia. Desde universidades y centros de investigación llevamos años trabajando para anticipar estos desafíos y desarrollar soluciones: desde nuevos modelos de operación y control, hasta tecnologías que aporten flexibilidad, estabilidad y resiliencia al sistema eléctrico del futuro. Apostar por un sistema energético limpio es ineludible, pero ese sistema debe ser también técnicamente robusto y resiliente.
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