Innovación: creatividad y modelización
La búsqueda de un equilibrio entre creatividad y modelización es clave para expresar toda transformación característica de los procesos de cambio y transformación
La creatividad y la modelización expresan dos aspectos fundamentales involucrados en los procesos de innovación. Por un lado, la capacidad de imaginar, que se refleja ... en la creatividad, es básica para desencadenar cualquier proceso de transformación. Por otro lado, tan importante como lo anterior es la capacidad de comunicar, que se pone de manifiesto en la modelización; o sea, en la habilidad de expresar lo imaginado a través de modelos que pueden ser comunicados a través del lenguaje.
Ambos aspectos, creatividad y modelización, son cruciales y son complementarios, aunque puedan aparecer como contradictorios. Así, lo creativo parece llevarse mal con el orden que refleja un modelo, y los modelos parecen huir de lo creativo. Sin embargo, todo ejercicio creativo debe materializarse en alguna forma de modelo para que pueda ser compartido. La búsqueda de un equilibrio, en tensión permanente, entre creatividad y modelización es clave para expresar toda transformación característica de los procesos de innovación.
Parece indiscutible la asociación entre la creatividad y la innovación. Una creatividad que expresa la capacidad para inventar o crear, y que se mueve en el universo de la imaginación, algo propio de los seres humanos, que se activa a través del estímulo que nos lleva a cuestionarnos los contextos y los prejuicios. Una imaginación capaz de enfrentarse a lo nuevo, que por su propia naturaleza es desconocido, ausente de certezas y generador de incertidumbre. Es el primer paso del proceso, pasar la frontera que separa la seguridad y comodidad de lo conocido de la inseguridad e incertidumbre de lo desconocido. Ir más allá de lo que conocemos y comprendemos, incluso que pensamos que dominamos. Atrevernos a arriesgar y a emprender. Cruzar las fronteras conocidas para descubrir nuevas fronteras.
Un ejercicio de creatividad que se basa tanto en en observar como comprender. Observar para ver diferencias y diversidad donde parece que solo hay uniformidad, y comprender para ver las relaciones entre cosas que parecen diferentes. Un ejercicio que exige una mente abierta a lo nuevo y una disposición a dejarnos sorprender, a ver con 'ojos de niño', sin prejuicios que nos condicionen, a volver al origen con una mirada poco condicionada para ver donde otros no ven.
Sin embargo, no es suficiente con la creatividad, pues lo imaginado necesita ser modelizado, construyendo modelos que den forma a lo imaginado para poder comunicarlo, compartirlo y desarrollarlo en la práctica. De la fase de descubrimiento en la que se mueve la creatividad necesitamos transitar a la fase del reconocimiento y la formulación de lo descubierto, de manera que sea transmisible y aprovechable por terceros. Entramos en una fase de algo más conocido, referenciado, que nos sugiere experiencias previas y sirve para establecer el puente entre lo imaginado y la realidad en la que se puede convertir, dando un sentido práctico a la creatividad.
Así que lo mismo que no hay innovación sin creatividad, tampoco hay innovación sin modelización. Estas dos capacidades que resultan fundamentales para innovar, la de imaginar como resultado de la creatividad y la de comunicar a través de la modelización, son privativas de los seres humanos y explican su evolución y progreso. Personas capaces de imaginar y de comunicar.
Los peligros de este desafío que busca el equilibrio entre creatividad y modelización parecen evidentes. Por un lado, el exceso de creatividad sin el complemento de la modelización, que hace de los procesos creativos ejercicios visionarios, propios de iluminados, pero que no se traducen en nada práctico, con el peligro añadido de conseguir efectos negativos en vez de positivos, creando dispersión, desconfianza y desconcierto. Por otro lado, el exceso de modelización, sin dar espacio a la creatividad, nos llevaría a la burocracia.
La burocracia se impone cuando se sustituyen los valores por reglas y procedimientos que limitan los márgenes de libertad para crear, para innovar. En estos casos, las organizaciones se vuelven defensivas, desconfiadas y acaban expulsando a los perfiles más creativos y emprendedores. La capacidad que tiene una burocracia para matar la iniciativa y clonar a sus componentes es demoledora. Desde el punto de vista personal, la manera de no equivocarse es no hacer nada nuevo, simplemente aplicar reglas ya establecidas.
Así, las personas se convierten en obsesos de los procedimientos, la organización aplaude esos comportamientos que le evitan sorpresas y los valores van desapareciendo siendo sustituidos por reglas y más reglas. Merece la pena, pues, ser muy cuidadosos para no caer en ninguno de estos dos extremos y recordar la frase del escritor Aldous Huxley cuando decía que «el peor enemigo para la vida, la libertad y la decencia es la anarquía total, su segundo peor enemigo es la eficiencia total».
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