Hace tiempo que vivimos como si estuviéramos en el civilizado Israel, a la espera de un atentado. Aunque ahora estemos aparentemente tranquilos. Y no solo ... porque Trump acabe con barbudos del Isis y presuma de perro. Vivimos bajo el peligro de los pepinazos. ¿Y qué vamos a hacer? Nada. Como con cualquier otra cosa que nos pueda pasar. Por ejemplo, que un enfermo mental (o no) entre en nuestra habitación del hospital para matarnos con la almohada. Como en las películas. Como ese tipo ya reincidente en un hospital de Alcorcón (Madrid). Un hospital, público o privado, es un sitio de puertas abiertas. ¿Se imaginan un hotel con las puertas abiertas? Donde cualquiera pudiera entrar. Dentro de las habitaciones hospitalarias siempre he pensado en esa vulnerabilidad, como paciente o como acompañante. En que entre un enfermo mental o un delincuente cuerdo. Pero o vivimos como chiflados obsesionados o vivimos como en Israel. Esto es mucho mejor.
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