La farola
Ala gente le encanta aplaudir. En conciertos o en entierros (cielos). Si un arquero enciende el pebetero olímpico o si un paracaidista acaba en una farola. También aplauden a los paracas por desfilar en la procesión de los salzillos (y por levantar las piernas como 'rockettes'). Seguramente al del desfile de ayer le aplaudieron más que si la maniobra hubiera salido perfecta. El cabo de la Brigada Paracaidista, en lugar de tomar tierra frente al palco, tomó farola y se enredó con las cuerdas del paracaidas y la bandera. Y los Reyes, la Princesa, la infanta y todo el público aplaudiendo al pobre hombre haciendo de Pepe Viyuela sin silla. En estos casos siempre pienso en Tallulah Bankhead, que todas las noches que actuaba en el teatro se arrodillaba: «Querido Dios, no dejes que haga el ridículo». Luego abría una botella de champán para brindar por su buena suerte. Espero que el cabo también lo hiciera. Lo del champán.