Juventud reaccionaria
La negación de la violencia de género entre jóvenes revela una alarmante involución en la defensa de derechos humanos básicos que urge corregir
Son muchos más los jóvenes de 15 a 34 años que reconocen la extrema gravedad de la violencia de género como detonante de malos tratos ... a las mujeres, sean físicos, sexuales o de otra naturaleza. Pero la cifra de negacionistas de una lacra que suma ya veinte asesinadas en lo que va de año, las tres últimas en apenas 48 horas junto a un niño, ha experimentado un alarmante crecimiento en España: se ha duplicado desde 2020 hasta llegar al 13% de las chicas consultadas y al 23% de los chicos, según un informe del Gobierno. Negar una realidad sangrante o reducirla a un mero «invento ideológico», como declaran los entrevistados de ambos sexos con opiniones más reaccionarias, revela una preocupante involución en las nuevas generaciones, especialmente entre los varones. Es una deriva que urge corregir no solo por el peligro potencial de tolerar las expresiones del machismo más cruel, sino porque supone un ataque frontal a la defensa de derechos humanos básicos.
Esta tendencia retrógrada podía parecer impensable en una sociedad del bienestar como la nuestra, con libertades plenamente consolidadas, amplias coberturas sociales y envidiables servicios públicos. Por eso sorprende más que un número creciente de jóvenes cuestione de plano los avances logrados en igualdad y feminismo, cuando afortunadamente por su edad no han conocido recortes ni vetos a su forma de vivir o expresarse. Mientras ellos, en un porcentaje en aumento, vean peligrar su estatus por un supuesto avance de los derechos de ellas, la convivencia y el respeto a las mujeres seguirá en riesgo.
Mejor formados, con mayores oportunidades de empleo aunque sea en precario, y un desarrollo sin parangón de la cultura del ocio, los jóvenes afrontan el reto de mejorar la sociedad que recibieron de sus padres, posiblemente en peores condiciones laborales y con mayores incertidumbres internacionales. Les preocupa la vivienda, el trabajo y la salud mental. Y asumen la multiculturalidad del país –uno de cada cuatro jóvenes residentes en España ha nacido en el extranjero– hasta que tienen que compartir ayudas sociales con inmigrantes. El extremismo del que llevan avisando los sociólogos y que repunta en cada encuesta ha aflorado con fuerza en las elecciones en Alemania, Portugal o Polonia. Pese a las llamadas a la moderación en las urnas y al cordón sanitario, el auge de la ultraderecha alimentado por el voto joven no parece que haya tocado techo aún por desgracia.
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