Dicen que se le ocurrió a un pastor. Las ovejas se le iban hacia un lado, así que lanzó una piedra blanca para desviarlas justo ... en el momento en que pasaba una bandada de palomas hacia el collado de Lizarrieta, uno de los más bajos del Pirineo, en su migración hacia el sur. Las palomas confundieron la piedra con un halcón y bajaron en picado al bosque para refugiarse. Al pastor se le ocurrió que podrían colgar redes entre las hayas y que entre varios podrían dirigir las palomas hacia allí. Y ahora los vecinos de Etxalar (cara sur) y Sara (cara norte) lanzan paletas blancas desde varias torres para llevar las palomas a las redes. Desde que en 1856 trazaron la frontera justo por el collado, esta caza se convirtió en una actividad internacional, dependiente de los permisos de los Estados y del humor de guardias civiles, gendarmes, soldados carlistas, franquistas o nazis. Empeñados en su vieja autonomía pirenaica, los vecinos de Sara siguieron cediendo el uso de terrenos para que también los de Etxalar instalaran sus torres en la cara norte a cambio de una renta. En el collado, los vecinos de los dos pueblos celebran fiestas cuyo propósito principal parece la superación aérea de la frontera: disputan lanzamientos de paleta y partidos de bote luzea, en los que se enfrentan equipos de cuatro pelotaris frente a frente, como en el tenis. En Lizarrieta, sin gendarmes, guardias ni soldados, los pelotazos van y vienen por encima de la muga.
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